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Bienvenid@s a la Web NO OFICIAL de ALLO

A MI PADRE, EL HERRERO

Paradójicamente le tengo que agradecer a Jose Ramón Macua el que en sus escritos sobre etnografia de Allo olvidase mencionar a mi padre, cosa que me ha permitido recordarlo de manera específica. Efectivamente Jose Ramón, ese estudioso y fantástico investigador de la historia de Allo que nos ha proporcionado tan gratos momentos con sus informados relatos, se olvidó citar a los herreros, entre ellos  mi padre, Luis Zubiría, dentro de su relación de los oficios populares de Allo. 

Mi padre tenía un taller, “fragua” le llamaban, continuó el oficio de su padre ( procedente de Leiza) y fue uno de los herreros de Allo desde los años 40 a mediados de los 80. Los otros eran los Arza.

 En una época en que era difícil trabajar en otra cosa que no fuese el campo, allí, chicos del pueblo, tuvieron la oportunidad de aprender un oficio que, me consta, les ha servido para ganarse la vida. 

No quisiera olvidar a nadie. Si es así pido disculpas de antemano

Más o menos por orden cronológico yo recuerdo los siguientes “chicos”: David ( hermano de la Mendía), Javier Aísa, Fernando Castanera, Ignacio Luzuriaga ( hijo de Pablo “Rial”), Luis Montoya, Ramón Ciordia, Joaquín Chocarro, Gonzalo Garayoa, Cecilio Díaz “ Zoco”, Enrique Azpilicueta“El Gemelo" , Pedro Soria y algún otro durante más breve tiempo o de forma más esporádica ( Félix Zalduendo, Pedro Ochoa “Santiaguín”…)

 

 

La Fragua olía a hierro,  a hierro rusiente modelado por el martillo pilón y por los martillazos en el yunque.

Se hicieron muchas rejas, puertas y balcones, se arreglaron muchos “aladros” y brabanes. Allí se vivió la transformación de una agricultura basada en el trabajo de los animales ( machos, mulas y burros) a otra agricultura mecanizada basada en las segadoras, trilladoras, motocultores y tractores.

En invierno el fuego de  la fragua  protegía de los chinchurros de hielo y de las nieblas de Montejurra. En verano eran  frecuentes los viajes que hacíamos sus hijas a la fuente a por una botija de agua fresca para hacer frente al calor interno y externo.

Sirvan estas líneas para recordar un oficio, como tal prácticamente desaparecido,  y a una persona que, a pesar de que su ilusión hubiese sido tener un hijo que continuase el oficio y el APELLIDO, estoy segura que, si pudiera leer esto, se alegraría. 

 

Esther Zubiría