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ORIGEN HISTÓRICO

Al tiempo que descendemos del Alto y nos vamos acercando al pueblo, nuestra imaginación comienza a inquietarse. Quisiéramos saber cuántas gentes, cuántas generaciones, cuántos hombres y mujeres de Allo habrán hecho este mismo recorrido durante centurias de años. Pensamos en esos hombres que un invierno tras otro habrán bajado por esta misma senda portando el fruto de sus olivos, para exprimir de él el amarillento zumo que herviría humeante en las sartenes de sus hogares. Y cuántas veces, con sus rostros curtidos por el cierzo y el sol, y sus manos forjadas en el yunque del trabajo cotidiano, habrán clamado al cielo ante la perspectiva de una cosecha destruida por las heladas o el pedrisco.

Nos gustaría saber tantas cosas que nuestra imaginación se dispara hacia horizontes desconocidos, saltando obstáculos infranqueables y alcanzando metas a las que solamente ella puede llegar. Y volando como la más elegante de las águilas, a través del túnel del tiempo, nuestra mente quisiera llegar hasta el principio de las cosas para, desde allí, poder contemplar cómo hace muchos siglos nacía una comunidad de personas destinadas a vivir y sufrir juntas para sacar adelante esa empresa común que hoy llamamos Allo. 

Sin embargo, tener que buscar entre las polvorientas y oscuras páginas de la Historia no es tarea fácil. Como tampoco lo es tratar de recomponer esta Historia que muchas veces se asemeja más a un rompecabezas al que faltan las primeras piezas. Con frecuencia el historiador tiene que jugar con hipótesis y suposiciones que no hacen sino complicar aún más su trabajo. De cualquier forma, ha de hacerlo así porque es necesario, y ya que los siglos no quisieron dejarnos la huella de su caminar, son los hombres dedicados a la investigación los que tienen que ir descubriendo su rastro. Pero no cabe duda que esa tarea es bien difícil y delicada, aunque inquiete y apasione a un tiempo.

A nosotros personalmente, nos es de todo punto imposible remontarnos en la noche de los tiempos y tratar de descubrir en ella alguna luz que pueda iluminarnos el origen y fundación del pueblo. No obstante, si tenemos en cuenta los hallazgos aparecidos últimamente en el término de San Cristóbal, es fácil suponer que, de ser cierto que proceden de antiguas poblaciones de origen romano, romanos pueden ser también los principios históricos de Allo. Decimos que de ser ciertos, porque hasta ahora ninguna autoridad erudita en la materia se ha pronunciado acerca de estos hallazgos; casi seguro que por desconocerlos, pues son relativamente recientes.

Pensamos que estos restos pudieran pertenecer a antiguas tribus romanas, instaladas aquí en el primer siglo de nuestra era, y que tal vez se establecieron sobre poblados de indígenas vascones, a los que dominaron o subyugaron.

La escasa oscilación del terreno, la benignidad del clima mediterráneo y los cultivos propios de este clima, junto con la estratégica situación del término, para conducir el ganado desde los ricos valles norteños a los pastos del sur, son razones que pudieron ser decisivas a la hora de escoger estos parajes los romanos conquistadores. De hecho, Julio Altadill escribió que «entre Dicastillo y Allo estuvo situado el castillo de este nombre, cuyos residuos, utilizados por ambos vecindarios, han casi borrado la huella de aquella fortaleza, a la que sin riesgo de error atribuimos origen romano, pues de tal procedencia abundan hallazgos delatores en esa zona, predilecta de aquellos invasores». Desconocemos cuáles habrán sido las causas que contribuyeron a que Altadill pudiera hacer tan rotunda afirmación, ya que hasta la aparición de los restos encontrados en el término de San Cristóbal, no teníamos conocimiento de los delatores hallazgos a que alude el insigne historiador en su obra «Castillos Medievales en Navarra»; si bien creemos que pudo referirse a los encontrados en Arróníz, Arellano y, más recientemente, en Oteiza de la Solana.