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LA BODEGA

Entre otros significados, bodega  es el lugar donde se guarda y elabora el vino. Cooperativa viene de co-operar, trabajar en común. Las cooperativas de todo signo nacen a raíz de la industrialización en el siglo XIX con el objeto de mejorar la producción, la comercialización o ambas cosas a la vez. Primero en el mundo industrial y después en el mundo agrícola.

En España a principios del XX se produce un movimiento cooperativo agrícola que tiene como objetivo sacar al campo de su tradicional miseria. Las cooperativas vinícolas proliferaron en el primer tercio de siglo, pretendían mejorar la producción con las técnicas y maquinaria adecuada y facilitar su comercialización, su venta,  escapando así de los intermediarios al por menor.

El objetivo de la producción es su venta. Para ello es imprescindible tenerla más o menos asegurada para  así poder aumentar la producción y obtener mayores ingresos y, por tanto, mejorar el  nivel de vida. Más producción, más venta, más beneficio, vivir mejor. Luego hay que tener en cuenta los precios, la oferta y la demanda. Y de todo ello sale algo, al menos en teoría.

Esta fue la función de la COOPERATIVA VINÍCOLA DE ALLO, trabajar en común, aunar esfuerzos de cara a comercializar el vino y poder vivir un poco mejor, pensar en un futuro para los hijos. Y la BODEGA es  el lugar físico, la ubicación, el medio a través del cual se iba a conseguir.

Como toda inversión necesita dinero, de forma paralela también  nacen las Cajas Rurales. Y como toda iniciativa novedosa, también se necesitan personas que se pongan al frente y la dinamicen.

 En Allo se dieron estas circunstancias: la económica y la emprendedora. Ésta estuvo representada por la persona de Pedro Lacarra Montoya cuyo interés y esfuerzo personal dieron como fruto la fundación  del SINDICATO AGRÍCOLA DE ALLO en 1906 con 320 socios. A finales de ese mismo año  se crea la CAJA RURAL, que desplegó gran actividad tanto en el tema agrícola como en su función de Caja de Ahorros propiamente dicha. Posteriormente, y como ejemplo del empuje del cooperativismo, en 1911 ya se había creado LA SOCIEDAD COCOPERATIVA ELECTRA DE ALLO. Ahora bien, sin duda,  el mayor logro de Pedro Lacarra, agricultor y hombre de bien,  es la fundación de la SOCIEDAD COOPERATIVA VINÍCOLA DE ALLO, hija del Sindicato Agrícola.

Se han dado, pues, tres condiciones imprescindibles para llevar a término cualquier empresa novedosa: la persona emprendedora al frente, el dinero y un ambiente social receptivo. Con estos ingredientes antes de 1918 se inicia la construcción de la bodega. Hay que resaltar que es la primera de la zona de Estella y la séptima de Navarra. Por capacidad era la segunda de Navarra después de la de Tafalla, aunque siguiendo el “Allo, París, Londres”, algunos dicen que era la primera. Otro hecho “sui generis” es remarcar que el cooperativismo navarro tuvo un profundo sentido cristiano y antiliberal y de hecho fue la Iglesia quien lo abanderó.

Se realizan las obras con rapidez (20 meses en total: derribo de La Manchega y construcción), trabajan numerosos vecinos del pueblo e incluso a veces trabajan en domingo con el consiguiente permiso de la autoridad eclesiástica. Hoy en día que cada cual trabaja cuando puede o cuando quiere choca que para trabajar en domingo  tuvieran que tener una autorización especial de la Iglesia.

Los de cierta edad recordamos cómo te multaban si trabajabas en domingo  porque el domingo es el día del Señor ( Dominicus, domingo) y por orden de la autoridad religiosa ese día estaba dedicado al Señor, a Dios, no a sacar un provecho económico para ti, que eres la tierra, la materia. Muchas veces trabajó mi padre a puerta cerrada por miedo a que lo denunciase la Guardia Civil que, encima, los teníamos de vecinos y me suena que alguna vez lo denunciaron. Igualmente cuando la vendimia apremiaba se pedía permiso al cura para trabajar en domingo. Permiso recibido muchas veces en función del humor que tenía el cura ese día. Para dar respuesta a la misma “obligación” y poder compaginar la santificación del domingo con el ocio/trabajo de la caza, llegó un momento en que se hacía una misa a las siete de la mañana para que los cazadores pudieran cumplir con el precepto religioso antes de ir a cazar. La misa “pequeña” le  llamaban,  supongo que porque duraría menos tiempo, para lo cual se ahorrarían el sermón. Este madrugón otoñal o invernal del cura se sustituyó posteriormente con la misa del sábado. Fue ya en los años 60 después del Concilio Vaticano II cuando las misas comenzaron a hacerse de cara a los fieles y en castellano. Entonces el problema fueron las dudas, incertidumbres y cargos de conciencia…Pero…¿ la misa del sábado vale pal domingo?, se preguntaba la gente. Sí valía porque las costumbres y normas cambian hasta en la Iglesia. No obstante, este poder fáctico de la Iglesia es el reflejo de los últimos coletazos de cuando era mucho más que la ONU actual y repartía y organizaba el mundo a su antojo porque su autoridad venía directamente de Dios y como tal era acatada.

 Pasado el largo inciso anterior, seguimos con la Bodega. Si ésta  urgía, todo tiene solución. Los que  trabajen en domingo no incurren en pecado porque lo digo yo que soy el depositario, donde están depositados los papeles de la formación de la  Sociedad de la Cooperativa Vinícola de Allo y también soy el párroco. No hay choque de competencias, yo me lo guiso, yo me lo como. Me gustaría a mí saber en qué manos caía el producto de las multas, si en manos civiles o eclesiásticas porque quien te multaba allá por la década de los  50 era la Guardia Civil pero por incumplir un precepto  religioso. En fin,  ya sabemos que Franco era Caudillo de España por la Gracia de Dios o sea que unía todo: el poder y Dios, oséase que todo quedaba en casa.

Volviendo otra vez al asunto que nos ocupa, la Bodega, ésta se levantó en  un lugar a las afueras del pueblo donde parece ser que existía una casona grande (algunos dicen palacio renacentista, que es mucho decir) venida a menos. Se llamaba La Manchega y así se llamó en un principio la Cooperativa. Bonito nombre, quizá recuerdo de alguna ascendencia de La Mancha. Dicen que pertenecía a los hermanos Torres Cuadrado, que ocuparon puestos civiles y religiosos importantes en el siglo XVIII pero que por alguna razón se perdieron sus descendientes en Allo porque esos apellidos no han sido habituales en el pueblo, por lo menos no los hemos conocido la mayoría de los que ahora vivimos. Hubo que comprar la casa por 16.500 pesetas y como ha ocurrido a lo largo de todos los tiempos, se suponía que parte de sus materiales constructivos pasarían a serlo de la Bodega.

 Es de justicia recordar a la primera Junta Directiva porque sus apellidos (excepto uno) viven en el pueblo a través de sus descendientes:

     Presidente: Julián Bados- -

    Vocales: Teófilo Espinal, Dámaso Hermoso, Miguel Montoya,

Cruz Lacalle, Santos Alonso, Aurelio Hermoso,

Romualdo Arana y Ramón Sanz de Acedo.

 

Ya nos ha contado  Loren  en su escrito  ANTES SE VENDIMIABA…  en LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS, cómo sus primeros años fueron duros porque no cuadraban las cuentas y hubo que hipotecar las instalaciones. Podemos imaginarnos la angustia de aquella gente nuestra ante la nueva situación. En un mundo rural acostumbrado a que la vida era un valle de lágrimas de paso hacia la verdadera vida, esta angustia formaría parte de esas lágrimas incrustadas en el alma y en el ser de aquella gente que si algo les caracterizaba era su analfabetismo, su desconocimiento de lo que ocurría en el mundo y su ignorancia en cuestiones de dinero porque nunca lo habían tenido.

El caso es que se remontó la situación, gracias también a otro cura, don José Garraza (y éste también es un apellido nuestro) como cabeza dirigente y al esfuerzo de los socios,  porque no hay milagros en forma de dinero gratis. Una manera de sanear las cuentas fue pagar una peseta por arroba de uva entregada (13,39 kg)  o dicho de otra manera cobrar una peseta menos por arroba. Y sólo tardaron diecisiete largos años de entonces en volver a ser propietarios de la Bodega aunque  su previsión en el tiempo era de veinticinco años. Se celebró el acontecimiento, ya lo leeremos.

Los avatares de la Bodega en sus 67 años de trabajadora en activo han sido varios, como en toda vida laboral que se precie. En el citado escrito sobre la vendimia, Loren nos cuenta unos cuantos. Recibió muchos millones de kilos de uva, los transformó y vendió muchos millones de litros de vino …y del último avatar ya no  salió y firmó el finiquito laboral. Se cerró. Fue en 1985. Ya no se pudo ir más a por vino, eso fue lo que pasó.

Durante años, ahí estaba. Formaba parte del paisaje, nos daba pena y era la casa del bodeguero la que nos recordaba su práctico abandono.

En 2004 la titularidad pasó al Ayuntamiento y también la responsabilidad.

Hoy en su lugar tenemos una Residencia que no ha empezado a funcionar. En fin…, sin palabras. Se ha sustituido el pasado por el futuro, el vino por las personas mayores del futuro. No creo que se les pasase en ningún momento  por la cabeza a los fundadores de la Bodega que el futuro de sus hijos en los que pensaban, se convertiría hoy en el lugar donde se llevase a sus nietos  a que terminen sus años de vida. El problema es que todavía no se les puede llevar, que no tiene utilidad, que no  tiene presente. No sé de responsabilidades pero posiblemente son compartidas.

Los datos de tipo histórico en que me he basado para esta historia de la Bodega los he sacado, fundamentalmente, de escritos de Jose Ramón Macua en el Programa de Fiestas de diferentes años. Gracias a su interés sabemos muchas cosas que hemos sido y tenido y algunas todavía tenemos.

Y gracias a los que se dedicaron y dedican a dejar constancia de lo que somos y tenemos, como fue Joaquín Íñigo en el pasado y Montse Aedo en el presente, disfrutaremos recordando cómo era y fue la bodega.

A continuación podemos observar que el dicho “una imagen vale más que mil palabras” se hace realidad en estos vídeos de Montse. Pero …si una imagen va acompañada de mil palabras, mejor que mejor.

 El primero es sobre la historia del edificio de la Bodega  y el segundo, sobre su derrumbe y desaparición.

 

 

LOS PRIMEROS AÑOS

 

1934

Esta es la primera foto que tenemos de la bodega. Ya tenía 16 años, plena adolescencia. Esas piedras a la izquierda parecen restos de muro, quizá de algún huerto. La sensación que produce es que la zona no está urbanizada, quedaría alejada del núcleo del pueblo. Podemos observar que el tejado de la bodega es de teja a dos aguas, teja traída de Arróniz, y que  no tiene el remate ornamental con el que la hemos conocido siempre. En estos momentos todavía no se había acabado de pagar la hipoteca por lo que se supone que José Garraza, cura de Allo en Allo, estaba al frente de la misma. Parecen distinguirse un grupo de personas por la fachada principal.

 

 

EL MEMBRETE

Así de bonito era el membrete, la carta de presentación, utilizado en los primeros años. Yo diría que es un membrete modernista. Es la época del arte Modernista, de Gaudí y sus discípulos o Art Nouveau como le llaman por otros lares. La propaganda habla de casi todos los productos posibles derivados del vino. Así sería. Las líneas curvas que enmarcan  las palabras principales unidas por los racimos de vino forman parte de la estética más vanguardista de la época, la estética modernista. Buen diseño. El nombre, heredado de la antigua casona palaciega a la que sustituyó.

 

 

 

UNA GRAN FIESTA EN ALLO

 

El día 26 de septiembre de 1939 tiene lugar una gran fiesta en Allo con motivo de la celebración  del hecho de haber  cancelado las deudas que tenía la Bodega.

Que es una gran fiesta quiere decir que vienen muchas autoridades y por eso salimos en los periódicos. Autoridades de todo tipo: civiles, eclesiásticas y militares. Desde el más alto rango hasta a lo que llamaríamos  hoy cuadros medios en esas tres administraciones.

 

Ese día ya los “auroros”  “habían ofrecido a la Reina de los Cielos los acentos sencillos y encantadores de la salutación matinal en esas clásicas melodías que están llenas de aromas cristianos y campesinos”. Quiere decir que salieron al amanecer y recorrieron  el pueblo el grupo de hombres que en aquellos momentos cantaban bien y tocaban la guitarra. Los Miguelico, Romualdo, Ciriza, Danielico… de aquellos  años.  Cantaron canciones a la Virgen y a los santos en general.

A media mañana una procesión sacó a  San Isidro por las calles. Con banda de Música de fuera, contratada. Las  calles lucían engalanadas con “colgaduras de la bandera española”. Un poco monótona y repetitiva la colgadura pero por lo menos avivaría un poco  la grisura de las casas. Más cánticos.

Las altas autoridades esperan en el porche de la Iglesia y cuando llega la procesión tiene lugar la Misa solemne, cantada, con muchos curas. La iglesia a rebosar. Las autoridades en primera fila. El sermón, hermoso y vibrante,  y durante la consagración se tocó el Himno Nacional. Esto supone lo que en otros momentos históricos se le conoce como la unión del trono y el altar, es decir, el poder civil ( himno nacional) y el poder religioso ( en la Iglesia). Es una plasmación práctica del concepto Caudillo de España por la Gracia de Dios. Hoy ya no es Dios el que te hace caudillo ( aunque ya no les damos este nombre) pero, de hecho, te puede hacer la nación, la raza, la étnia que para muchos es como si fuesen dioses y a veces parece que los adoran como a tales. Es muy cómodo comulgar con unas ideas que te dicen que están en posesión de la verdad, que la historia o Dios están de su parte. Mejor dicho, su historia o su Dios. Desgraciadamente, a pesar de los avances democráticos, se sigue necesitando creer dogmas y, encima, imponerlos. Y también desgraciadamente estas conductas sociales están bastante arraigadas entre nosotros los españoles, los habitantes de España, los ciudadanos del Estado Español, los territorios del Estado, las Comunidades Autónomas, los que ocupamos la mayor parte de la Península Ibérica o cualquier denominación que queramos darnos. Todos sabemos a qué nos referimos cuando las utilizamos.

Volviendo al 26 de septiembre de 1939 seguimos con el festejo. Acabada la misa fueron todos a otra procesión: la de llevar un Corazón de Jesús a las oficinas de la Bodega. Sería de aquellos sentados, con la bola del mundo en una mano y con la otra bendiciéndonos. Les acompañó la Banda contratada y cánticos de la gente. Como la Bodega era el objetivo de la fiesta aquí lógicamente habló, entre otros, el cura José Garraza, artífice principal de haber saldado la deuda que contrajo la Bodega en sus cuatro primeros años de existencia y en tiempo más corto del previsto. Hablaron desde el balcón central de la casa del bodeguero. Los balcones con banderas cumplieron su función de púlpito, de altura desde donde dirigirse a la multitud. José

 

Garraza fue el gerente, el que llevó las finanzas  y según nos dice esta  hoja del periódico era un hombre modesto, humilde y muy religioso,  que no quiere arrogarse ningún mérito y considera que sólo deben darse gracias a Dios. Por estas razones y cualidades, y después de un refrigerio a base de pastas y vinos selectos de la Bodega, el alcalde, Miguel Ulíbarri, le dedica la calle que va a la bodega a don José Garraza  que, mirándolo, yo diría que es pariente lejano de Martín Garraza, aunque no lo es. José Garraza ( en el rótulo actual de la calle ha perdido el Don) era tío carnal  de las Elarre propietarias de esa casa que en la parte alta de la calle de El Cristo hace una especie de chaflán, junto a la casa de Zufía, donde termina el trozo de barreras más largo que se pone en el encierro. Casa de ocho balcones, bonito alero y ventanas enrejadas. Abandonada desde hace muchísimos años, dicen que sus propietarias la testaron a favor de alguna institución religiosa. Yo a duras penas las recuerdo pero siempre he constatado cómo sus balcones y rejas han servido y sirven para subirse  impunemente durante el encierro. Dicen que prácticamente sólo queda en pie la fachada, noble y equilibrada, coronada por un alero de madera asombrosamente en buen estado.

Cuando murió don José Garraza, la Bodega le costeó un mausoleo mirando hacia el edificio de la bodega con la siguiente inscripción: LOS SOCIOS DE LA BODEGA COOPERATIVA A SU INOLVIDABLE ADMINISTRADOR Y GERENTE DON JOSÉ GARRAZA GARNICA, 27 DE ENERO DE 1955.

Seguimos con el festejo. Hasta ahora todos los que hablaron fueron respondidos por encendidas ovaciones, vivas a Cristo Rey y plegarias cantadas por toda la gente congregada en las afueras de la bodega, en la parte que mira al pueblo. Todos vestidos de domingo

 

A la hora de comer, cada cual a su casa. Fue un día de fiesta, comieron bien, por lo menos comieron pan, nada menos que ternera y bebieron vino. Se les obsequió con comida y bebida escalonadamente, después de cada acto importante. Juan Carlos el de la Bodega, hijo de Bernardo, me comentaba que cuando él vivía allí en los años cincuenta todavía había latas sobrantes de este fiestón, según le explicaba su padre.

Llama la atención que entre los OBSEQUIOS AL PUEBLO consten ¡¡¡cien gramos de galletas!!! a cada vecino.Yo creo que estas tres palabras

 

dicen mucho más que todas las grandilocuentes palabras que se escucharon aquel día: ¿Cómo se reparten cien gramos de galletas en una familia de entonces?

Algunas autoridades, entre ellas el Gobernador Civil y el canónigo de la catedral, comieron en casa del cura Garraza. Les sirvió la comida el restaurante “las Garbayas” de Estella. Si hubiese sido hoy se habrían ido todos a comer tirando de Visa Oro oficial incluidos los chóferes y guardaespaldas. La sobremesa fue entretenida, nada menos que “se entabló un singular certamen teológico”, en palabras del periodista que nos lo cuenta, que también fue invitado a comer.

No daría mucho de sí la teología porque enseguida, a media tarde, tuvieron el Rosario con más sermones y pláticas. También lleno a rebosar.

En el local de las escuelas se realiza a continuación una Junta General de la Sociedad Cooperativa Vinícola de Allo. Se expone de manera detallada el resultado de la producción y la comercialización del vino de la última cosecha de 1938. Es decir, el estado de las cuentas. Las cosas han ido bien y ya se ha acabado de saldar la deuda. Y en tiempos de guerra, añado yo.

En aquellos años tristes y oscuros pero también contentos y esperanzadores  por el simple hecho de que ya se había acabado de matar, el que la bodega ya fuese de los socios debió suponer un alivio considerable y un rayo de esperanza. Por eso se celebró por todo lo alto, por eso vinieron tantas autoridades que dan realce a una celebración y aprovechan para ganarse el cargo dando discursos. Por eso salimos en los periódicos.

Finalmente el Gobernador dio un discurso muy importante. Es sobre todo un discurso político. En abril de ese año ha acabado la guerra. En el pueblo ha habido de todo y para todos. Lo primero que pide es paciencia y ánimo. Ya no hay guerra, tenemos un ideal y un caudillo en el que confiar. “Nuestro deber ahora es callar, obedecer e ir para adelante”. No había otro remedio, habíamos  hablado y gritado demasiado todos y de aquí pasamos a las manos. Una guerra civil, lo peor que le puede pasar a un pueblo. El  mensaje era  propio de la época. Hitler y Mussolini mandan en Alemania e Italia. El 1 de septiembre había empezado lo que después conoceríamos como la segunda guerra mundial ( 1939-45). Ya decía Mussolini: Credere, obbedire, combattere. Creer, obedecer, combatir… y a callar. Eran esos tiempos.

El señor Gobernador termina  recomendando tener fe en España ( Franco) y en Dios ( la Iglesia Católica). Es el mensaje ideológico conocido históricamente como Nacionalcatolicismo.

Se acaba el día con algún discurso más y ya de noche  se marchan todas las  autoridades forasteras a Pamplona impresionadas por la calurosa acogida de la buena y cristiana gente de Allo y la juventud se dispone a “entregarse a las diversiones populares”, que posiblemente que en esas fechas no era el baile, origen de todos los pecados. Ese día, seguro que, a pesar de todas las tristezas acumuladas en el alma en tres años de guerra, la mayoría de la gente se fue contenta a dormir. Habían comido, habían bebido, habían cantado y no habían ido a trabajar. Eso sólo se hace cuando es FIESTA. Y la Bodega ya era del pueblo.

 

 

AÑOS GLORIOSOS

1965

La bodega en su plenitud tal como la conocimos siempre. La casa del bodeguero habitada, seguramente por Bernardo Díaz y su familia: tiestos en los balcones, alfombra aireándose, puerta abierta  y perro vigilante.  Perro suelto como todos. No conocían las correas, eran de la familia pero no uno más de la familia. Es curioso cómo las puertas antes solían estar abiertas y solían tener una gatera, un agujero para los gatos. Se cerraban por la noche, generalmente echando la andabilla. Durante el día entrabas y pegabas un grito. Algunas tenían picaporte y  unas pocas empezaron a tener timbre que nos servía para tocarlo y correr a escondernos. Parece ser que todos nos fiábamos de todos o que no había nada que robar.

Un antiguo tractor descansa y reposa. En esas fechas no abundaban, sería de los pocos que había en Allo y desde esa plataforma sería admirado y escudriñado.

Las fachadas este (la presente) y sur ya lucen el remate decorativo, lo cual quiere decir que en algún momento sobraron dineros para hacerlo. Se sustituyó el tejado por una terraza,  que incluso debió servir de semi-huerto y que tuvo que abandonarse este uso por problemas de filtraciones.  Eso dicen.

La casa  se construyó siendo director de la obra: Segundo Íñigo; carpintero: Juan Juaristi y herrero: Estanislao Arza. Apellidos conocidos por todos y con descendientes en vigor y Cesáreo fue el primer bodeguero, el que la estrenó

 

 

 

FACHADA ORIENTAL

 

Esta es la fachada este, la principal, la que en su momento a las afueras del pueblo nos recordaba su existencia sobre un  pequeño altozano. A la derecha, sobresaliendo de la línea de la fachada y del mismo estilo arquitectónico, la casa del bodeguero.

Esta  fachada oriental era la principal, la que miraba hacia el pueblo, por donde entrábamos a por vino. Un frontón que combinaba líneas rectas y curvas, recorrido por una sencilla moldura, servía de remate a un  amplio friso donde con letras color vino-cereza rezaba: COOPERATIVA-VINÍCOLA-DE-ALLO y coronando la inscripción y a modo de ábside  J.H.S., amoldadas sus formas a la curva del arco. Estas letras ( JESÚS HOMBRE SALVADOR) deben indicar la advocación bajo la cual se colocaba. Aquí sí que apuntamos alto, no nos conformamos con cualquier santo, como es habitual en otras bodegas, sino que solicitamos la protección de Júpiter, de Zeus, del que está por encima de todos los santos. Dicen que el Roso intervino en la pintura de las inscripciones.

 

 

 

 

FACHADA MERIDIONAL

Esta es la fachada sur de la bodega. Construida en piedra regular y dividida en tres tramos, presenta una simetría en sus ventanas y puertas: tres pequeñas ventanas por puerta. Todos los vanos enmarcados. Esas bandas verticales no sé si corresponderían a elementos estructurales o son simplemente decorativas. Es una fachada austera, sobria. Pequeñas ventanas para una mínima ventilación e iluminación  porque el edificio por dentro era umbrío y fresco.

A diferencia de las preciosas bodegas modernistas de la provincia de Tarragona diseñadas   fundamentalmente por César Martinell, discípulo de Gaudí, construidas en el primer tercio del  siglo XX, en que la estética se conjuga con la utilidad y conocidas como “Catedrales del vino”, la bodega de Allo, contemporánea de ellas, exteriormente no era muy bonita. Pero era  en conjunto bastante más majestuosa y agraciada que las bodegas de los pueblos vecinos. Tenía más prestancia y personalidad. Con un volumen  geométrico  muy acusado, de planta rectangular, sólo en sus vertientes sur y este tenía algún tipo de decoración.

Luce en su fachada sur la misma inscripción  y del mismo estilo que en la fachada principal, simplemente se han sustituido las letras de la corona por la fecha: 1918.

Antes de su derribo, cuando llegabas por la carretera de Sesma te daba la bienvenida, ya habías llegado. Lo mismo ocurría por la carreta de Lerín con el cuartel. Hoy ambas entradas al pueblo son anodinas, sin personalidad, iguales a cualquier población. Sonseras, cosas que pasan.

 

 

DANDO VINO

José Garraza, Gordito, dando vino. Un embudo, envasador como se dice en Allo, a juego con el medidor y el tamaño de la bodega. Las garrafas o, mejor dicho, garrafones, uno antiguo forrado de mimbre y otro más moderno forrado de plástico. En función del número de hombres  en la casa y de su capacidad “bebetoria” se cogía más o menos cantidad. El aquí presente es José Fernandez de Arcaya, José el de Montero, Lanzapajas. Eran dos hermanos, José y Jesús, los del regadío de Montero, y según parece tenían capacidad para dos garrafones. No se distingue el chorro pero era más grande que un caño de la fuente y manaba vino. Al chocar con la cuba levantaba una espumilla y reverberaba. Los efluvios que desprendía proporcionaban ese olor a vino característico que sólo puede olerse en una bodega, “hacedora” de vino no sólo almacenadora.

 

 

CON FUERZA Y MAÑA

Una prensa de raspa en el proceso de sacar los sabrosos caldos que nos turban las ideas y el exceso de ello ni cumple palabra ni guarda secreto, como más o menos decía Don Quijote.

O se ha atrancado o los railes están poco engrasados o algo le pasa para que  esos tres hombres ( el de la gorra parece Arrondo, el Sherif) pongan su empeño en hacer deslizar la vagoneta. Seguro que se oyeron unos cuantos juramentos, mecágüenes variados y no sabemos si al final sirvieron de lubrificante para que la prensa se moviera.

 

 

AÑOS DECRÉPITOS

EL ABANDONO

Se cerró en 1985 y se demolió en 2005. Durante esos 20 años el deterioro fue haciendo mella. Ya no se le tiene respeto. Se acumulan en sus narices leña y trastos de todo tipo. La casa del bodeguero sin cristales y con la puerta tapiada presenta  en su testa el paso del tiempo. Un trozo del alero del tejado amenaza con caerse.

En esta casa, magnífica y del mismo estilo constructivo que el resto de la Bodega, los enmarques de los vanos,  a modo de estolas, se rematan en forma de círculo  a juego con las esferas que culminan las intercesiones de líneas en los dos  frontones y coronan el arco central decorativo. El círculo, la esfera, siempre ha tenido un valor simbólico: la totalidad, la eternidad, la bóveda celeste…la figura perfecta.

 

 

AVATARES

En el entreacto entre el derribo y la construcción de la   Residencia, una vecina de la zona me comentaba su desazón porque le habían sustituido la vista de la bodega por la vista del cementerio. ¡Qué solos se quedan los muertos! Como esta casa que quedó sola y abandonada y cuyo deterioro patente necesitó la intervención de los bomberos. En nuestra infancia daba nombre a sus habitantes. Aquí vivía  Tere la de la bodega, Juan Carlos de la bodega, el resto de sus hermanos y sus padres con Bernardo el de la bodega al frente. También así se le ha quedado el apellido a Mª José de la bodega, por vivir cerca. Si para todos lo era, debía ser más triste para los que en ella han vivido ver cómo se convierte en pasto de murciélagos y demás fauna ibérica, cómo el tejado que nos protege se hunde, cómo los espacios habitados y vividos se transforman en cascotes. Así es la vida. Todo cambia y el desamparo que en estos momentos producía esta casa hoy ya no lo sentimos. Ya no está.

 

 

AL FINAL

En 2005, en el año de su derribo ya no le quedaba tejado. Está desmochada. Con anterioridad, en 2003 las oficinas habían sufrido un incendio. Las causas parece que no estuvieron claras, dado su abandono cualquier causa es posible. Los jóvenes entraban y hacían lo que siempre se ha hecho de joven más o menos a escondidas. La falta de respeto al edificio ya la hemos visto en forma de leñera y trastero. No hacen falta muchas coincidencias para que salte la chispa. La cuestión es que este fue el resultado:

 

 

La oficina quemada. Esta alfombra de papeles quemados y posteriormente remojados es lo que quedó. Nada se pudo recuperar de lo que aquí vemos. Desde una de aquellas ventanillas del fondo Jesús Mari el de la Caja nos daba el vale para coger vino. Jesús Mari Osaba fue el gerente que sustituyó al cura don José Garraza. Muchas reuniones se harían en esta oficina porque también era Sala de Juntas, unas de feliz resultado, otras con preocupantes conclusiones y decisiones.

Me cuentan que en los años 40 entraron a robar a la oficina cuando era el tiempo de pago. Cesáreo oyó ruidos, bajó y hubo tiros y todo. Dicen que el reguero de sangre llegaba hasta los briseros. Después de este episodio, cuando había que pagar dormía la pareja de la Guardia Civil en esta oficina.

 

 

 

 AL SOLECICO DE LA BODEGA

En 2005 cuando ya la bodega tenía los días contados y habían empezado a tirarla,  al menos servía de carasol. Aquí tenemos a unos vecinos de la zona aprovechando la casa del bodeguero  como pantalla. Los padres de la Elba, Plácida y José, Tomás, padre de Mari Mar y Luis Montoya,  preparando la silla María, madre de Mª José de la bodega y Manolo Ciordia el más joven. Vecinos algunos de silla y bastón, testigos de cómo la irán tirando, echando a tierra, y en un abrir y cerrar de ojos habrá desparecido. Toda una vida. No debía ser muy reconfortante tener de fondo unas rejas sin ventanas por donde vislumbrar sapos y culebras, una mancha negra pero no de vino sino de humo y el recuerdo de una parra que pese a todo se niega a desaparecer. No se han molestado en quitar ni la banda de “prohibido pasar”. Sólo las estolas de las ventanas rematadas en borla conservan la dignidad de lo que fue. Y podemos considerar “viejos al sol” (con todo el respeto) el último servicio humano de la Bodega.

 

 

EL DERRIBO

SOBRE LAS RUINAS

Sobre ese entresijo de hierros, ladrillos, yeso, cemento y  demás materiales, Javier  levanta acta de que la bodega,  aún demolida y postrada, es desmesurada. Esos cascotes unidos a modo de cuentas de collar, a modo de lágrimas entrelazadas  se resisten a convertirse en ruina. No sé si se ansomaría a la barandilla o era peligroso pero el espectáculo debía ser impresionante. Se adivina un sombrío bosque de columnas  que aguantan y sostienen los cubos en otro tiempo rebosantes de vino. Se echó a tierra la bodega, suerte que los primeros que la construyeron y amaron no han vivido para verlo.

 

 

LAS ENTRAÑAS

Los entresijos de la bodega, las entrañas, aquello que sólo veían los que allí trabajaban. No entiendo de construcción pero tengo oído que cuando se   derribó    sorprendió la solidez de sus muros y la  buena  conservación  de su estructura. Esta foto hecha en el proceso de derribo nos la muestra iluminada. Durante su vida útil no lo era tal. Al fondo se ve una ventana, debe ser uno de aquellos ventanucos que se apreciaban en el exterior. Pequeño en comparación a las considerables  proporciones de la bodega. La bodega por dentro era oscura, olía a vino y sus gruesos muros creaban una atmósfera de frescura permanente que sorprendía gratamente en verano y contrastaba también gratamente en invierno.

Por dentro debía ser un edificio arquitectónicamente complejo. Ese bosque de  vigas y pilares, que entrelazan y aguantan los contenedores del vino, tienen algo de artístico, de ornamental  en sus remates y estructura. Producen una sensación de ligereza, parecen livianos para lo que tienen que aguantar, como si fuesen una puntilla de adorno. Falsa impresión porque la cantidad de hierro que dormía en sus muros nos recuerda que la bodega fue hecha a conciencia y con un sentido artístico en el interior que, a mi entender, se ahorraron en el exterior (sobre todo después de conocer las “Catedrales del vino” modernistas)

 

 

EL CÍRCULO

El círculo meramente decorativo nos recuerda a una barrica, recipiente tradicional  del vino. Como se cuenta en el escrito sobre la vendimia, en un principio el vino se guardaba en barricas, posteriormente se hicieron estos cubos de obra  cuando la cantidad de uva lo requirió pero, acertadamente, mantuvieron el símbolo de la barrica a través de ese círculo.

 Por esa ventana, por un caño o  grifo enorme salía un rotundo  chorro de vino que “desvinaba” en una cuba grande. De ese chorro  con un medidor nos llenaban las garrafas ( un decalitro, medio decalitro), tal como hemos visto en DANDO VINO. De una ventana salía clarete, de otra tinto y de otra mosto cuando lo había.

 

EL TIEMPO EN POLVO

Entrar en la bodega te hacía sentir pequeño, allí todo era grande  y grandioso. “Ir a por vino” ha sido una tarea transmitida de madres a hijos durante muchas generaciones. Era nuestro vino, el fruto de tantos sudores, esfuerzos y barros. Cuando luego lo llevaron a Lerín podía ser más bueno pero ya no era considerado “el nuestro”. Yo he comprado mucho vino en Arróniz, estaba más cerca y total… no podía presumir de vino de Allo que  lo embotellaba con una artilugio comprado en Lodosa y apenas se me “perdía”. Aquel colorico claro había que beberlo rápido si no se avinagraba. Gran bodega pero, por lo menos al final, mejorables enólogos.

La bodega se diseñó como un campamento romano, calles perpendiculares que se cruzaban formando una cuadrícula. En la intercesión de las calles había unas plataformas circulares capaces de hacer girar 90º las vagonetas.

En la foto: polvo sobre calles, raíles, círculos y ventanas. “Polvo eres y en polvo te convertirás”.

 

 

 

GEMELAS

Gemelas las dos ventanas. Nos miran desde la profundidad de los cubos antaño rebosantes de vino y en este momento vacíos y abandonados. Se les jubiló y ya está.

 

 

LA CASA

Fue la última que cayó y  también la última que se construyó de todo el conjunto. Su soledad la magnifica. Gran casa. Vio nacer a gente, sirvió de eco a sus risas y a sus llantos. En su puerta se jugó mucho y al final sin terminar de hacerse vieja fue violada y asaltada. Triste final. Dejó un hueco por donde se colaba el cementerio. Todo un símbolo.

 

LOS RESTOS

Se esperaba que entre los cascotes de la bodega apareciesen restos importantes de la Manchega. Ya había un escudo incrustado en la fachada principal. Un escudo de cinco dados bastante deteriorado

 

Su ubicación tradicional estaba a la vista, por eso se creía que se encontrarían más restos embutidos en la construcción. Decían que decía alguna gente mayor que la  Manchega era una casa con nueve escudos.

 

 

 

EL ESCUDO

Aquí se puede ver debajo de la ventana, enmarcado en blanco el lugar donde siempre ha estado este escudo entre la puerta principal y la casa del bodeguero. Sustituía  a una piedra y recordaba o hacía soñar que otros muchos se encontrarían durmiendo entre sus muros.

No fue así. Se encontró un escudo mutilado y algunas piedras talladas con moldura recta muy trabajadas y con mucho vuelo. Quizá pertenecieran a la cornisa  de la casa. Quizá.

Puede observarse que en esta foto, antes de su derribo definitivo, ya le falta parte del frontón decorativo. Fue lo primero que cayó del edificio. Su estructura aguantó.

Igualmente podemos observar restos de las parras que trepando por la pared adornaban su exterior y nos recuerdan a Baco, el dios del vino, siempre alegre y dicharachero, de mejillas encendidas, alzando la copa con una mano y sosteniendo un racimo en la otra.

 

 

ESCUDO ENCONTRADO

Este fue el escudo que siempre permaneció oculto pero tampoco se sabe de cierto si perteneció a los Torres Cuadrado. Y en dibujo como  se supone que sería completo.

 

 

OTROS RESTOS: ARQUEOLOGÍA INDUSTRIAL

 

Toda esta maquinaria que viene a continuación y que de alguna se puede adivinar su función y de otras recojo las explicaciones de Guana Y Antonio Arana, permanecía en la Bodega hasta su derribo. A pesar de la mugre, el polvo y las telarañas conserva esa contundencia que tenían las antiguas máquinas. Eran máquinas que necesitaban la ayuda y el control humano. Impresionantes en su momento todavía mantienen esa admiración y curiosidad que despiertan las cosas de antesmás  guardadas en los trasteros o en los graneros. Son fotos de Montse que, como una ardilla, recorrió con su cámara la bodega cuando empezó el derribo.

 

 

BÁSCULA

Una báscula como ésta, a la que hace alusión Loren en su escrito sobre la vendimia, se puso en el Raso. Restaurada y elegante nos recuerda los millones de kilos que pesó y volcó. Un acierto su conservación y ubicación.

 

 

EL SINFÍN

En esta especie de lavaderos de azulejo blanco se echaba la uva desde esas ventanas ahora tapiadas o desde la báscula. Por el sinfín del  fondo se  dirigían   a la estrujadora. Formaba parte de sus arterias o venas. Desde ese muro/barandilla se debía ver la bodega desde arriba.

 

 

ESTRUJADORA

El corazón, los pulmones o los riñones. Algo importante sucedía en el subsuelo: ruedas, engranajes y hierro por doquier. Las fotos tienen flash e iluminan. No creo que esa triste bombilla medio colgada en el techo iluminase tanto la estancia o posiblemente en su momento tendría más iluminación. Parece una cripta, la capilla subterránea de una iglesia o lugar donde se entierra a personajes importantes. Es la cripta de la bodega, lo más profundo, lo más conectado con la tierra. El Sancta Sanctorum, lugar de acceso restringido a los elegidos.

Hasta aquí literatura, en la realidad la máquina de la derecha era la estrujadora cuya función era  separar el grano de la  raspa. Le llegaban las uvas desde el sinfín. Una vez separados los dos componentes pasan a la bomba de la izquierda que sube el caldo y el hollejo para seguir el proceso de convertirse en vino tinto. Por su parte la raspa, el esqueleto de lo que fue el racimo, a través de una cinta transportadora también subía y con él se llenaban las vagonetas para ser  prensadas.

 

 

 

PRENSA

Aquí, en esta prensa, está realizada la foto que nos mostraba a tres hombres intentando deslizar por los raíles una vagoneta repleta de racimos. Ahora sí que está atascada y definitivamente.

Era una prensa hidráulica de raspa, de rabos, o raspón, para aprovechar al máximo. Entre los raíles abundan los círculos cuya función era facilitar los giros de las vagonetas. Por esos y otros raíles los chicos ponían piedras para hacer descarrilar la vagoneta. Alguna consecuencia no afortunada debió tener lugar pero como me la contó Guana y le entendí la mitad, pues no la cuento.

 

 

 

VAGONETA

Ahí se ha quedado, en la esquina, sin saber a dónde tirar. Triste y sola, madera y hierro, luces y sombras, las huellas de su actividad reflejadas en el color de su cara.

La vagoneta se llenaba de la raspa, luego se cerraba como esos moldes de tartas que se abren y se cierran para facilitar la extracción. Colocada en la prensa y una vez prensada quedaba como un molde,  se subía el cesto con un polipasto (grúa) y otros con el alviendo  tiraban a los montones de  brisa la tarta de raspa. El líquido resultante se usaba para hacer vinagres y otras esencias. Se vendía a las alcoholeras.

 

 

 

MATACÁS

Es la marca de los motores que en un principio eran los responsables de mover la bodega cuando se iba la luz, hecho frecuente durante muchos años de su existencia. Había dos, uno rojo y otro azul. Tenían 60 caballos cada uno y arrancaban a manivela.

 

 

CABEZA PENSANTE

Control del proceso. Observemos la simetría y el sentido artístico en su composición: un universo donde destaca un planeta rodeado de sus satélites. Control manual, no digital, pura arqueología industrial.

 

 

 HIERRO

Hierro por doquier, ruedas y engranajes. La máquina de la izquierda parece una prensa (por la vagoneta). Restos muertos, testigos mudos de lo que fue el hacer de la bodega.

 

 

 

EL APOLO

Apolo le llamaban a esta máquina, por su forma de cohete y porque al final de los 60 los americanos empezaron a enviar cohetes a la luna con este nombre y  se adquirieron por esa fecha. Era lo más moderno que había en su momento. Así la bautizó  el ingenio de  “Gordito”. Apolo, hijo de Zeus, dios de los dioses griego, el todopoderoso. Esta máquina de MARZOLA que tuvo el poder de hacer el vino clarete de la COOPERATIVA VINÍCOLA DE ALLO  recibió su nombre, aun sin saber que además de dios de la belleza también fue dios protector de la agricultura.

 

 

ARTEMISA

Y su hermana mitológica Artemisa, más pequeña, diosa de la caza, a punto para  lanzarse como una flecha al espacio desde un tiempo pasado hacia un futuro incierto.

 

 

METASULFITOS

Y finalmente nuestro ácido. ¡Qué desilusión! O sea que estos polvos blancos que parecen matarratas eran los que producían aquellos cristales traslúcidos, tan ácidos, tan agrios, tan hiperclorídricos, tan corrosivos …que chupábamos con fruición a pesar de las llagas que nos dejaban en la lengua y que guardábamos en cajicas metálicas . Si lo hubiésemos sabido…para rato íbamos a chupar esa porquería. O igual sí.

 

Y PARA ACABAR….

Esto que aquí hemos contado y muchas cosas más fue nuestra Bodega. Cada persona tendrá su propia experiencia y seguro que hay muchas anécdotas. Si se nos cuentan las añadiremos. En todo caso aquí queda para el recuerdo. Parece que hay en proyecto hacer un Museo de la Bodega. Se lo merece y también  la Fábrica de Harinas. Lo que hoy somos descansa sobre los restos de ambas. Son del siglo XX pero parece que ha pasado un siglo, tenemos muchos años los que las conocimos en su esplendor, pero las personas jóvenes tienen que saber que también ellas y nosotros lo fuimos y como dice más o menos una  canción sudamericana: …dicen que la lección de la Historia debe ser no perder la memoria.

 

 

Esther Zubiría

Julio 2012