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Bienvenid@s a la Web NO OFICIAL de ALLO

LUÍS ZUBIRÍA, herrero

El hecho de que aparezca mi padre en segundo lugar no está en función de su importancia o transcendencia, como ocurre con JoaquíÍñigo,  sino porque es mi padre y es de bien nacidos ser agradecidos. Por otra parte, más que  una alabanza a su persona, es un reconocimiento de lo que supuso la fragua para el pueblo en general y sobre todo para los que trabajaron en ella, a los que hago extensivo el homenaje con todo mi afecto. Añado mi pesar por la muerte de David, que es el primero que recuerdo y que siempre fue muy cariñoso con nosotras, las Zubiría.

 

Este ”artículo” apareció en COMEDIAS Y VARIETÉS I

 

A MI PADRE, EL HERRERO

Paradójicamente le tengo que agradecer a Jose Ramón Macua el que en sus escritos sobre etnografia de Allo olvidase mencionar a mi padre, cosa que me ha permitido recordarlo de manera específica. Efectivamente Jose Ramón, ese estudioso y fantástico investigador de la historia de Allo que nos ha proporcionado tan gratos momentos con sus informados relatos, se olvidó citar a los herreros, entre ellos  mi padre, Luis Zubiría, dentro de su relación de los oficios populares de Allo. 

Mi padre tenía un taller, “fragua” le llamaban, continuó el oficio de su padre ( procedente de Leiza) y fue uno de los herreros de Allo desde los años 40 a mediados de los 80. Los otros eran los Arza.

 En una época en que era difícil trabajar en otra cosa que no fuese el campo, allí, chicos del pueblo, tuvieron la oportunidad de aprender un oficio que, me consta, les ha servido para ganarse la vida. 

No quisiera olvidar a nadie. Si es así pido disculpas de antemano.

Más o menos por orden cronológico yo recuerdo los siguientes “chicos”: David ( hermano de la Mendía), Javier Aísa, Fernando Castanera, Ignacio Luzuriaga ( hijo de Pablo “Rial”), Luis Montoya, Ramón Ciordia, Joaquín Chocarro, Gonzalo Garayoa, Cecilio Díaz “ Zoco”, Enrique Azpilicueta“El Gemelo”, Pedro Soria y algún otro durante más breve tiempo o de forma más esporádica ( Félix Zalduendo, Pedro Ochoa “Santiaguín”…)

La Fragua olía a hierro,  a hierro rusiente modelado por el martillo pilón y por los martillazos en el yunque.

Se hicieron muchas rejas, puertas y balcones, se arreglaron muchos “aladros” y brabanes. Allí se vivió la transformación de una agricultura basada en el trabajo de los animales ( machos, mulas y burros) a otra agricultura mecanizada basada en las segadoras, trilladoras, motocultores y tractores.

En invierno el fuego de  la fragua  protegía de los chinchurros de hielo y de las nieblas de Montejurra. En verano eran  frecuentes los viajes que hacíamos sus hijas a la fuente a por una botija de agua fresca para hacer frente al calor interno y externo.

Sirvan estas líneas para recordar un oficio, como tal prácticamente desaparecido,  y a una persona que, a pesar de que su ilusión hubiese sido tener un hijo que continuase el oficio y el APELLIDO, estoy segura que, si pudiera leer esto, se alegraría. 

 

 

 

FACTURA

Ésta es una factura de algunos de los trabajos que se hacían en la fragua. Es del año 1964.Las facturas se hacían a partir de un cuaderno donde, diariamente,  cada uno de los que trabajaban anotaba el nombre o mote de la persona, qué había hecho y el tiempo dedicado. Mi padre siempre decía que prefería dar martillazos que hacer facturas y a veces se cabreaba porque alguno de los dos operarios se había dejado de apuntar cosas. No cuadraba el tiempo. 

Tengo que decir que más de uno me ha comentado que, gracias a que mi padre cotizó por ellos desde que comenzaron a trabajar en la fragua, se han podido jubilar a determinados años. Aparte de lo que aprendieron que les permitió ganarse bien la vida en unos tiempos en que escaseaba la mano de obra con cierta especialización, estaban agradecidos al hecho, tan importante a posteriori, de haber sido considerados oficialmente trabajadores en activo desde tan jóvenes.

A las casas “fuertes”, como la presente, se les pasaba la factura dos o tres veces al año. Al que tenía menos cosas, factura anual. El impuesto equivalente a nuestro IVA, era el ITE ( Impuesto Tráfico de Empresas) y suponía el 2%. El Estado cobraba muy poco pero también daba muy poco y además no siempre existió el ITE. Mi madre repasó tantas sumas  en su vida que, quizá por eso,  sumar sea de lo último que se le está  olvidando.

La encargada de llevarlas por las casas era mi madre. Posteriormente, las hijas. Yo recuerdo “ir a cobrar”, me las ponía por orden de calles y era consciente de la importancia del acto. La gran mayoría la pagaba al momento, unas veces en la entrada, otras me pasaban a la cocina pero siempre había gente que decía que primero las tenía que ver el marido. Algún majona y resalada me llevaba y alguna mujer hasta me invitaba a alguna pastica que yo aceptaba encantada. También íbamos a los pueblos: Dicastillo y Arellano un día, y Morentin y Muniain  otro día. Íba en pareja con mi hermana Marisa y posteriormente con la pequeña, con Mª Jesús. O nos subía mi padre o íbamos en la Estellesa. Lo que sí recuerdo es que de Dicastillo a Arellano y de Morentin a Muniain íbamos andando. No tendríamos más de 12-14 años. Siempre volvíamos en La Estellesa o Napal y en ningún momento tuvimos sensación de riesgo o peligro por ser tan jóvenes y llevar dinero contante y sonante. Había pocos morosos pero algunos había que se les acumulaban las facturas. No sé si se acabarían cobrando. 

En los últimos años supongo que la mayoría de las facturas se pasarían por las Cajas de Ahorro, cuando el desarrollo de éstas lo permitió, porque ya la fábrica pagaba nóminas  y  ya todo el mundo tenía una cuenta.

 

 

 

TORO ENSOGADO en el patio de la FRAGUA. Hay una foto en que el toro está por el cuartel y que tiene que ser del mismo día porque el cunacho es el mismo. Alguien debía encargarse  de hacer de cunachero  y a modo de muleta capear al toro.

 Al fondo el Poli guardando la propiedad. Yo lo recuerdo encantada viéndolo desde la terraza. Esta foto la hizo Joaquín que se debía dar buenas panzadas de correr para estar siempre enfocando en el momento oportuno. Debía ser valiente porque hasta parece que el toro le mira el objetivo.

 
 
 

RIADA. Ya debía ir de bajada porque no parecemos muy preocupados y por la fuente se ve gente. La foto la hizo Joaquín lo cual quiere decir que debía ir con buenas cachuscas por el agua.

De derecha a izquierda: mi padre, Luis Zubiría, David ( hermano de la Mendía), mi prima Pili Gambra, al fondo detrás Luis Montoya ( entonces Luisito), mi madre María Alonso y yo, Esther Zubiría 

No sé el año pero más o menos 1959-60.

 

 

 

TRILLADORA enfrente de mi casa. David sentado y Javier Aisa a modo de escultura griega. Mi padre metido dentro de la trilladora arreglándola, para eso era el jefe. Arriba en plan angelitos mis primos Jesús ( entonces Jesusín) y Loren Gambra. Año cincuenta y pocos.

 

 

 

RESACA DESPUÉS DE LA RIADA

En esta foto del patio de la fragua tal como era antes podemos observar en primer lugar a mi padre, el de la camiseta de tirantes, con cara de preocupación escuchando lo que dicen las autoridades: el Gobernador Civil y Fortun que  comentan con unas compungidas abuela Juliana y tia Sabi los destrozos que el agua ha ocasionado. La mirada de todos se dirige hacia la fragua, el aspecto de mi padre lo dice todo, los restos de la resaca en la carretera todavía son patentes.

Aparte de las mencionadas autoridades están presentes el cura  Don Fernando y el cabo de la Guardia Civil, padre de David. El que lleva un niño en brazos es mi tío Jesús con mi primo Jesús Gambra. También se ve claramente a José el de la Ascensión. Al fondo, los chicos, ajenos a la preocupación de los mayores, saltan y juegan sobre los restos del naufragio.

Los que hemos vivido en la carretera siempre hemos estado pendientes de las negruras de Montejurra, siempre con las tablas preparadas. Unas veces el daño era leve. En otras ocasiones, como ésta de la Riada Grande, el daño fue considerable. Las piernas de mi padre son una metáfora del desastre.

 

 

 

FAMILIA  ZUBIRÍA

Navidad de 1980 en la terraza de casa. A la derecha mi hermana Mª Jesús ,la pequeña; a continuación, la mayor, mi hermana Marisa, seguida de  mi padre, yo y mi madre, María Alonso.

 Los nietos: los dos mayores de Marisa, la pequeña de Mª Jesús, Judit, actualmente unida indefectiblemente a Allo por medio de Candela, su hija y de Jorge Echeverría Ochoa, de los Santiaguines por más señas.

Faltaban tres nietos más,  los dos míos y una de Mª Jesús. Poco disfrutó de su último nieto, mi hijo. Al año siguiente, 1986, murió a los 63 años.

Los dos nietos y un bisnieto llevan su nombre en primero o segundo lugar pero a dos de ellos los  llamamos Luis.

 

 

Abril de 2012

Esther Zubiría