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Los bares…¡qué lugares!

 

En “Así nos divertíamos”, en COMEDIAS Y VARIETÉS IV, recogíamos las diferentes maneras de pasar nuestro tiempo libre, tiempo de ocio y tiempo lúdico, referido principalmente a las edades de la niñez. Durante la adolescencia las hormonas estaban revolucionadas, no nos cabían en el cuerpo, no éramos jóvenes ni tampoco niños, creíamos no necesitar los consejos de nadie, pensábamos que éramos capaces de resolver por nosotros mismos todos los problemas o retos que el momento nos planteaba, pensábamos haber logrado autonomía plena, sufríamos cambios continuos que inevitablemente tenían que ocurrir para crecer, cambios que no eran fáciles y generaban inestabilidad y, en muchos casos, malestar. Es la adolescencia una etapa caracterizada por inseguridades, miedos, malestares, pero también por ímpetu, entusiasmo, idealismo y fuerza que emerge continuamente. 

Con estas contradicciones internas y con nuestros evidentes cambios físicos, sentíamos que coger gorriones, echar papeles a los gaviones, jugar a los colpones, etc. ya no iba con nosotros, teníamos que buscar y encontrar otras sensaciones, otras formas de divertirnos, otras maneras de sentirnos mayores, de reafirmarnos en la edad en la que nos encontrábamos. Como en nuestro pueblo el abanico de ofertas lúdico-culturales no era muy amplio en aquel momento, ni tampoco había llegado la era de internet ni de los whatsapps, no nos quedaba más remedio que refugiarnos donde lo hacían las personas mayores, que al fin y al cabo eran nuestros modelos a imitar, es decir, ir a los bares. Y ¿qué nos ofrecían estos? Primero, como decía antes, satisfacer esa necesidad de romper con la infancia y alternar de una manera u otra con los jóvenes, cuyo estilo y forma de vida imitábamos, para intentar situarnos o alcanzar un estatus que anhelábamos. Toda esta palabrería en Allo se conocía como “mocear”, considerando que la palabra “mozo” abarcaba más o menos la edad comprendida entre los 15 y los 23 años, edad en la que volvías de la mili y ya “eras un hombre hecho y drecho”, con todo lo que ello significaba. A aquel que después de la mili no tenía novia se le consideraba un mozo viejo.

Bueno, ya podíamos entrar en los bares para disfrutar de las ofertas que nos ponían a nuestro alcance, que eran como todo en la vida, unas buenas y otras no tanto. Allí aprendimos a jugar a las cartas, sobre todo al mus, juego noble donde los haya. Se dice que los jugadores de mus persiguen ante el tapete alcanzar la gloria. Esto parece ser una verdad a medias porque el jugador de mus persigue el divertimento propio y ajeno, porque no se puede concebir a un “musolari” o jugador de mus, triste, aunque sea capaz de ganar la gloria de la victoria o el ahorro de la convidada. Un triste puede ser un caballero, pero nunca un buen musolari. A la mesa hay que sentarse sonriendo, entre bromas y chanzas sobre uno mismo y sobre los contrarios y con una manifestación de fe en las cartas que se van a coger. Después de ello, la alegría y, con ella, los tres reyes o los dúplex. A partir de ahí, la generosidad en el trato con los perdedores. Puedo asegurar que algunos grandes momentos de alegría y espontaneidad han venido marcados por una tertulia de amigos, un rato de asueto y una partida de mus, todo ello por supuesto en un bar.

Además de la nobleza del mus, aprendimos a jugar a otros juegos en los que el divertimento, la honra, la gloria, etc. que revoloteaba sobre el tapete en las partidas de mus no era el objetivo. Era otro, el dinero. Se jugaba mucho en Allo al chinchón, a la liga, al mus ilustrado, al parar, al subastado, etc., juegos estos donde el rictus serio y la actitud de concentración se manifestaban en el rostro de los jugadores.

Eran Allo y sus bares lugares de juego donde el dinero reposaba sobre la mesa a la espera de acaparar más si la suerte te sonreía o, por el contrario, volver a casa con los bolsillos vacíos (sin un rial). Recuerdo que en el bar de Arturo, durante las fiestas, se habilitaba un cuarto, allí por donde ahora están los servicios, al que se le conocía como “el cuarto del crimen”, haciendo alusión a las grandes cantidades de dinero que se apostaban. Podríamos decir que el bar de Arturo se convertía en un pequeño casino clandestino.

En la década de los 70, donde quiero centrar mis recuerdos, había varios bares. El primero del que voy a hablar era el bar de Arturo, actual Izaguirre. Arturo, persona con un don natural para regentar un bar por su buen y exquisito trato con los clientes, era el padre de Cruz Izaguirre, que regentó el negocio durante años hasta su prematura muerte. Mamó Cruz el oficio, las aptitudes y actitudes de su padre. La tercera generación está representada por Fernando, hijo de Cruz y Beatriz, que sigue la tradición de su padre y su abuelo.

Otro bar era el llamado “bar de Andrés”, Andrés Platero, que regentaba el local junto a sus hijos Corpus y Enrique. Tenía la peculiaridad el local de contar con un escenario al fondo donde se representaban espectáculos varios como revistas, conciertos, etc. o que también servía como almacén para amontonar las cajas de bebidas. Podríamos decir que era lo que se conocía como un “café teatro”. Hoy en día el local existe como tal y sirve de almacén para el bar La Fuente.

A continuación, un bar con una solera especial, del cual hablaré más tarde: “el bar del Marto”. Estos tres bares eran los más clásicos, con los que más se identificaba la gente, cada uno por motivos diferentes, por los distintos gustos de sus clientes.

Se abrieron después otros dos bares, “el bar de Felipe”, donde hoy está La Caixa, y “Valdiajos”, de nombre impersonal pero con lógica. Siempre fue conocido de ese modo al coincidir sus inicios con la inauguración de la gasolinera por los mismos propietarios. A ésta enseguida se le llamó Valdeajos porque por aquellas fechas se había descubierto un yacimiento o pozo de petróleo en el pueblo burgalés de este nombre en 1964. Se relacionó petróleo y gasolina y de ahí salió “Valdiajos” en lengua gatuna y también porque al horadar el suelo para poner los tanques de gasolina salía mucha agua que todos hubiéramos querido que fuese petróleo como el de Valdeajos. 

El “bar Felipe”, se abrió el 13 de septiembre de 1964 y se cerró en febrero del año 1976 estaba regentado por Felipe Alonso y su mujer Gumer. La fecha de apertura coincidió con la víspera de fiestas, ya que en aquellos años las fiestas patronales eran en septiembre, eran las llamadas Fiestas de la Cruz. Como curiosidad anecdótica, y sin ánimo de ofender, que siempre es nuestro estilo, a este bar se le conocía como “bar del humo”. Este apelativo no obedecía a que el susodicho local tuviese mala ventilación y se acumulara gran cantidad de humo en su interior, sino que la razón de tal calificativo respondía a que su dueño, Felipe, antes de poner su negocio, no había pisado nunca un bar porque decía que le hacía mal el humo. Bueno, esto es algo que se puede entender y perdonar, porque ¿quién en esta vida no se ha contradicho de palabra u obra alguna vez? Este bar tenía algunas particularidades. Todas las medidas o decisiones que se tomaban debían tener el visto bueno de la Gumer. A cualquier pregunta o sugerencia a Felipe este contestaba diciendo: “A ver qué dice la Gumer”. Por ejemplo, era normal entrar al bar y encontrar la estufa de leña en un lugar determinado, a los pocos días se cambiaba la ubicación y preguntando a Felipe el porqué de esa decisión contestaba que había decidido la Gumer que allí calentaba más. Aquello no se discutía y todos contentos. Otra peculiaridad del bar, según me cuentan, era que los domingos por la tarde servía chocolate con bizcochos de aquellos alargadicos y duros, perfectos para mojar. Hoy todavía se venden. Y sobre todo el bar de Felipe fue el bar de las chicas. Aquí iban las chicas, se sentaban en una mesa y acudían los chicos o simplemente iban al bar. Las chicas de esos años fueron la primera generación de mujeres que no necesitaron que las llevaran al bar, fueron por sí mismas.

El bar de Valdiajos, situado donde era y sigue siendo la vivienda familiar de los Fernández Urabáin (los Rosarieros), sirvió entre otras cosas para espaciar los tragos entre bar y bar, ya que se daba la circunstancia de que, como hoy en día, los bares estaban todos muy cercanos y de uno a otro, de ronda, no le daba tiempo al gaznate a secarse. Yo estaba convencido que había sido el primer bar donde se puso una máquina de música, una sinfonola, pero no, resulta que el primero fue el bar de Felipe. Los jóvenes de ahora no sabrán a qué me refiero. Groso modo, era una caja semejante a una expendedora de tabaco, donde a través de un cristal se podían ver perfectamente colocados todos los singles del “Hit Parade” del momento. Para que sonara la música, se elegía mediante un código de letra y número el disco deseado, echabas tu moneda correspondiente y la música comenzaba a sonar. En ese momento, aparecía la discordia (que hoy se da en todas las casas donde hay adolescentes y jóvenes). A las personas mayores les molestaba la música alta y a los jóvenes nos ocurría lo contrario, necesitábamos decibelios.

Lo que sí recuerdo con nitidez eran todas aquellas canciones de los años setenta interpretadas por numerosos grupos del pop español , que fue sin duda junto a la década de los ochenta una época muy fructífera en muchos aspectos y, cómo no, también en la música.¡ Quién no recuerda a los grupos y sus canciones del ámbito nacional como Los Brincos, Los Sirex, Los Mustang, Los Pequeniques, Fómula V …¡, cantautores o solistas como Miguel Rios, Mari Trini, Cecilia, Nino Bravo ,Mike Kennedy y, cómo no, Raphael y su Tamborilero. Sirvan estos grupos y solistas como muestra de otros muchos grupos y solistas que llenaron el panorama musical español de aquellos años. Tampoco podemos olvidar la gran influencia de grupos extranjeros que dejaron profundos recuerdos musicales en nuestra memoria. Recordamos como muestra de tal influencia a: los Beatles, los Rolling Stone, Simón and Garfunkel y solistas como Adamo, Tom Jones, Fran Sinatra etc. Sería una locura añadir las canciones de cada uno de los grupos y de los solistas, primero porque supondría una ardua tarea y segundo y más importante porque quiero dejar a la libertad de cada memoria individual el recuerdo personal de su canción, puesto que la música como los gustos es algo tan personal y tan ligada a los recuerdos, las emociones y los sentimientos que cada persona sentirá un recuerdo, un sentimiento y una emoción que las hará suyas y las ubicará en el tiempo y espacio deseado.

Este relato se haría demasiado extenso si profundizáramos en los detalles y anécdotas de cada uno de nuestros bares. Por ello, quiero contar la historia más detallada del bar del Marto por razones personales, razones basadas en una verdadera y larga amistad con Mª Victoria Ollobarren, hija de Alfonso Ollobarren y Vitorina Garamendi, regentes del bar durante muchos años hasta su cierre definitivo, concretamente, desde el 1 de mayo de 1959 hasta noviembre de 1981. Anteriormente, estuvo en manos de Jesús Ciordia “Lulinas”, desde agosto de 1954 hasta mayo de 1959. Siempre que me junto con mi amigo José Antonio Ciordia “Luli” y pasamos por delante del bar me dice lleno de orgullo: “Aquí nací yo”. En el año 1953, fue Pedro Azcona “Pedro el del Parral” quien se hizo cargo de la gestión del bar y, en fechas no determinadas, pasó por las manos del padre de Jesús Mari Osaba, quien lo dejó para ir de taxista a San Sebastián, siendo los primeros arrendatarios la familia conocida como los “Toris”.

Se encontraba y se encuentra situado en el Paseo de la Fuente. Era un local no muy grande. Desde la entrada, por una puerta a la izquierda, se acudía al interior del mostrador. Este era muy alto, (o nos lo parecía), de granito, corto de longitud y con una barra para apoyar el codo. Deduzco que el nombre genérico de “barra” para llamar a los mostradores viene de este detalle. El local en sí tenía capacidad para 6 o 7 mesas antiguas, antiguas de verdad, de granito, y sillas de madera plegables. Alguna de ellas, a veces, tenía un clavo que apuntaba hacia fuera y más de un pantalón de los domingos se quedó señalado con un buen siete (¡menuda bronca de la madre o de la mujer al llegar a casa!). De estas 6 o 7 mesas, había una que era la preferida por los parroquianos, estaba junto al único ventanal que asomaba a la calle, era la ventana indiscreta, donde al mismo tiempo que tomabas un cafetico, el paisaje urbano que ofrecía la ventana era motivo de conversación. Al fondo a la derecha (respuesta repetitiva cuando uno pregunta por los baños en un bar o cafetería), se encontraba el baño. Bueno, para ser más exacto, cambiaré la palabra baño por retrete, palabra plena de vibraciones sonoras, ahora en desuso pero que, queramos o no, pertenece al vocabulario español. Y era retrete porque era, en primer lugar, diminuto, con un sanitario de los de “cagar a pulso”, una cisterna de pared que, cuando tirabas de la cadena, se convertía en las cataratas del Niágara, y, para lavarse las manos, gesto que debemos hacer tras una faena íntima, nada, no había lavabo. Era frecuente preguntar al Marto si había cambiado las toallas, con sentido irónico. Otro reto importante era el papel higiénico. En aquellos años no existían estos papeles higiénicos de doble o triple capa, suaves, perfumados y…entonces la exclusiva del papel higiénico la tenía “el Elefante”, papel áspero, amarillento, resbaladizo y no sé si se le pueden poner más epítetos negativos a un papel higiénico, pero si alguno se me ha olvidado, seguro que le encaja perfectamente. Pero lo bueno del caso es que era raro, raro, raro, encontrar papel en el retrete. Para ese menester, el Marto cortaba trozos de papel de periódico y los dejaba allí para que cumplieran su misión. Algo importante que se me olvidaba: no había luz, había que acertar sí o sí. Otra odisea consistía en abrir o cerrar la puerta una vez que te encontrabas dentro, te tenías que estrechar y apretujar con los componentes del retrete a ver quién podía más. 

 

Qué más hubiese querido Alfonso que disponer de un baño completo que diese un servicio digno a los clientes, pero las circunstancias eran en aquellos tiempos las que eran, las exigencias sanitarias las que eran, y la forma de vida y costumbres las que eran. No pretendo desde aquí hacer una crítica ácida de esta circunstancia, sino algo anecdótico para mirarlo desde el lado jocoso. Tendríamos que tener en cuenta que los clientes pocos argumentos podían esgrimir para exigir un servicio digno, cuando en la gran mayoría de las casas no disponían de éste (léase “La cultura del agua” en COMEDIAS Y VARIETÉS I). Ya era más que suficiente la atención que se les prestaba pasando toda la tarde, sobre todo en invierno, al calor de una estufa de leña o serrín, con divertimento y conversación asegurada y todo ello por una consumición.

Algo que recuerdo con mucha alegría es el hecho de que durante los últimos años que el Marto tuvo el bar abierto (80/81), durante las vacaciones de verano, toda nuestra cuadrilla, por supuesto con su hija Mª Victoria al frente, cerrábamos el bar y montábamos unas partidas de bingo, donde el objetivo no era ganar dinero, sino divertirnos, echarnos unas risas. A bien seguro que lo conseguíamos. Fueron un par de veranos inolvidables que hoy en día todavía recordamos como momentos para enmarcar en nuestra trayectoria vital. Esas partidas de bingo se regaban abundantemente con cubalibres de Kubacol, sustituto de la Cocacola, con ron Guaraní, émulo del Bacardí y champán Karry por defecto del Codorniú. Asimismo, el Kas era sustituido por el Kins y el Gin-Kas por el Gin-Kins

Como decía antes el bar estaba cerrado pero con nosotros dentro. Un día de verano, coincidiendo con fiestas de Estella, había una tormenta terrible. Llamaron a la puerta unos jóvenes de San Adrián que vieron luz y se dirigían a fiestas. Como llovía tanto, al ver luz a través de la ventana, llamaron, entraron y al ver el ambiente binguero, decidieron quedarse a jugar con nosotros y pasar de las fiestas. Alguno de nuestra cuadrilla se frotaba las manos pensando que los íbamos a desplumar…resultó ser al contrario: bebieron, comieron y se llevaron todo el dinero que teníamos.

Según las costumbres de la época, el domingo era el día festivo por excelencia, era el día de misa mayor y bar. Después de cumplir con las obligaciones religiosas, se bajaba a los bares para tomar el vermut. Nos podíamos encontrar en la barra del bar con una gran variedad de pinchos en frío que hacían las delicias de los distintos paladares. En aquellos años en los bares podíamos encontrar y comer cosas que no se consumían en los hogares de forma habitual. Las especialidades culinarias del bar del Marto eran: trozos de bacalao salado que maridaba muy bien con el vino, pepinillos enormes (como melones pequeños), rellenos de atún y anchoílla, alcachofas con mayonesa y atún, huevo duro con mayonesa y aceitunas, berberechos en banderilla, sardinas de lata, atún con cebolla, guindillas (algunas superpicantes) y cacahuetes. Si alguien necesitaba acompañar alguna banderilla con pan, solo tenía que pedirlo.

Terminada la hora del vermut, la gente, principalmente hombres, se volvía a casa para comer y acto seguido, casi con el último bocado en la boca, se salía a tomar café. Era costumbre que a los que les gustaban los licores y fumar, tomasen lo que llamábamos un completo (café, copa y puro), los no fumadores, café y copa, otros café y puro, es decir, en torno a un completo se daban todas las variantes posibles en función de los gustos del cliente. Era esta una costumbre muy arraigada en nuestro pueblo. Era habitual que los domingos, así como los días de lluvia (los labradores no podían trabajar), los bares estuviesen llenos de hombres, unos jugando, otros viendo y otros charlando, ya que los bares cumplían un papel muy importante como lugares de encuentro para echar la tarde, como se decía, hablando unos de fútbol, otros de política (lo que se permitía) y otros del tema estrella: la agricultura. Además pasaban la tarde en invierno, calenticos y, sobre todo, llenos de humo, pues imaginemos un local en invierno, cerradico para que no entrara frío y con no pocos Farias y cigarros humeando continuamente. Tan arraigada era la costumbre de los agricultores de acudir al bar los días de lluvia después de comer, que recuerdo que cuando se daba esta circunstancia, mi padre le decía a mi madre: “Sabi, ponme pronto de comer, que si llego tarde me quedo sin silla”.

Otra costumbre muy arraigada era la de merendar los domingos por la tarde. Las cuadrillas, siempre de hombres, hacían su merienda e iban a comérsela al bar. La merienda en cuestión, llamada rancho, consistía básicamente en patatas con…unas veces cordero, otras conejo, otras bacalao y en otros casos bacalao al ajoarriero. Bueno, en honor a la verdad, al bacalao se le llamaba abadejo, que parece ser una variedad de bacalao de menos calidad con la que se alimentaban los abades de los monasterios. Si esto era así ¿qué comerían los frailes? Como todos sabemos, al último día de las fiestas se le llama “el día de la abadejada”, que por cierto, aprovecho la tribuna para que de algún modo se recupere esta tradición. 

En tiempo de caza era normal preparar liebre con patatas, conejo de campo, perdices y malvices para los más sibaritas. En todas las cuadrillas había un miembro más ducho en cuestiones culinarias, al que se le llamaba el ranchero. Esta habilidad se llevaba con mucha honra y esa cuadrilla presumía de tener un buen ranchero y a los jóvenes, cuando nos introducíamos en esta costumbre, nos tachaban (algún veterano) de malos rancheros. El rancho se hacía en una sartén de dos asas de tamaño acorde al número de comensales. Terminado ya el guiso en cuestión (se solía preparar en lugares insólitos, bajeras, talleres, cabañas, etc.), se llevaba al bar, se preparaba una mesa cubierta de papeles de periódico a modo de mantel para que la sartén no tiznase la mesa, se colocaba en el centro de la mesa, los comensales alrededor y cada uno, con un buen trozo de pan en la mano izquierda y la cuchara en la derecha, daban buena cuenta del rancho. Recuerdo cómo desde la sartén hasta el lugar que ocupaba cada comensal, aparecía un rastro de gotas de caldo producidas por los viajes que hacía la cuchara desde la sartén hasta la boca. Existía un pacto implícito en la forma de comer. Cada uno debía coger las cucharadas de la parte de la sartén más cercana a sí mismo, y estaba mal visto que alguien alargara la cuchara más de la cuenta para así adueñarse de algún bocado de carne o bacalao que no se encontrase dentro de su circunscripción. Una vez terminado el rancho, el tabernero recogía la sartén y las cucharas que al día siguiente se encargaría de fregar y, a continuación, de un “rebullón”, cogía los papeles de periódico quedando la mesa limpia y lista para tomar los correspondientes cafés, copas y puros. A estas consumiciones había que añadir el vino y el importe de todo era la ganancia del dueño del bar. Algunas cuadrillas aprovechaban después de la merienda para echar una partida al mus o ir de copas por el resto de los bares. Esta costumbre suponía que los bares en aquella época estuviesen abiertos hasta horas impensables hoy en día. Era normal encontrarse los bares abiertos los sábados y domingos hasta las dos y tres de la mañana. También existían cuadrillas en las que los rancheros eran las mujeres. Me explico, cada domingo por riguroso turno, le tocaba a un comensal hacer la merienda. Se preparaba en su casa, la hacía la mujer. A la hora determinada se llevaba al bar y curiosamente las mujeres no eran admitidas en los ágapes. Eran los tiempos del “Soberano es cosa de hombres”. Costumbres tan inexplicables ahora y tan entendibles entonces.

Existía una tradición, que creo que hoy todavía existe, por la que los días de Nochebuena y Nochevieja, cuando la gente salía a tomar unos vinos antes de cenar, los dueños de los bares obsequiaban con un aperitivo a los clientes. El más común era el aperitivo de gambas cocidas. Este hecho era una gran novedad porque en Allo, a diferencia de otras regiones de España, nunca se acompañaba al vino con aperitivo gratuito.

Hasta ahora, según el relato, parece que solamente los hombres eran los que visitaban los bares. Y en parte era así. En algunas ocasiones, sobre todo los domingos por la noche, después de cenar, salían las mujeres a acompañar a sus maridos a tomar un café y ver la película de la tele. Esta costumbre cambió cuando llegó la TV a las casas. La primera emisión de TVE data del año 1956 y todavía tendrían que pasar varios años para que las casas se llenasen de televisores.

Fueron los bares los primeros en dotarse de monitores, hecho que cambió radicalmente las costumbres. Las mujeres “se sublevaron” y decidieron, con la excusa de ver la TV, salir a los bares y aprovechar la coyuntura para echar unas partidas a las cartas. Esto sin duda redundó en beneficio de los establecimientos, que vieron cómo aumentaban sus ingresos. Pero sin duda, el hito que marcó el aumento de los beneficios fue la construcción en los años 70 de la Fábrica de Sarrió. Allo se llenó de obreros, de especialistas, de distintos profesionales a los cuales había que dar de comer, beber, dormir, etc. y como estaban bien pagados, fueron generosos en sus gastos y consumían que daba gusto.

Y volviendo a la TV, no puedo pasar por alto algunos hitos históricos que dieron la oportunidad a la gente de contemplarlos en la pequeña pantalla. En el ámbito nacional, programas de Chicho Ibáñez Serrador como “Historias para no dormir”, “Un, dos, tres, responda otra vez”, “La clave de Balbín”, “Estudio Uno”, las películas de Paco Martínez Soria, etc. También fue una ventana al mundo. Pudimos ver la boda de los Reyes Balduino y Fabiola de Bélgica en 1960, la llegada a la luna retransmitida por Jesús Hermida en 1969, el 20 de julio, con los inolvidables astronautas Armstrong, Collins y Aldrin, y sobre todo, los partidos de Copa de Europa del Real Madrid cuando conquistó sus cinco Copas consecutivas en los años 1956, 57, 58, 59 y 60, con aquella inolvidable delantera formada por Rial, Gento, Kopa, Di Stefano y Puskas. Y no olvidemos cuando salió Pardo en un concurso cantando “Granada” que estaba viéndolo todo el pueblo. Con sus dos cadenas, la una y la dos, (el UHF se le llamaba), la televisión nos ofrecía y nos permitía soñar e ilusionarnos con algo novedoso en aquellos años mientras que ahora nos aturde, nos embrutece a veces, nos desinforma, nos ayuda a dormir en ocasiones y nos priva en muchas otras de sobremesas en familia.

Siempre hemos sido en España amigos de los bares. En Europa se escandalizan del número de establecimientos que existen, pero nuestra cultura “barera”, nuestra idiosincrasia y nuestra filosofía de vida hacen que los bares sean agentes socializadores 

Otra función, si se puede llamar social, que hacían los bares era servir de agencia de envíos o estafeta de correos. En ausencia de los medios o instrumentos tecnológicos de los que disfrutamos hoy en día, en aquellos años para enviar un paquete o recibirlo de cualquier familiar que viviese tal como en Pamplona, Estella, Zaragoza, se utilizaban los autobuses de línea que hacían estos recorridos. Se entregaba el envío en cuestión en el bar y el dueño lo hacía llegar al conductor del autobús que, por una pequeña propina, lo llevaba al destino, donde era recogido por el interesado. En otras ocasiones ocurría al contrario, era el conductor el que entregaba en el bar el envío correspondiente y el interesado se acercaba a recogerlo. Podríamos decir que era una competencia desleal hacia la entidad de Correos. Otro servicio o función social era que los bares hacían de casa de empeño de préstamos a interés cero.

Pasados unos años, hubo un tiempo en que se cerraron en Allo casi simultáneamente tres de los bares: el bar de Andrés, el bar de Felipe y el de Valdeajos, quedando solamente el bar de Arturo y el bar del Marto. Las razones posiblemente serían en primer lugar económicas, consecuencia del cambio de hábitos en la gente influenciada sin duda por la implantación de la Papelera, cuando nuestro pueblo hasta ese momento, eminentemente agrícola, se convirtió en un pueblo industrial y cuando la fábrica marcaba el camino y los turnos de trabajo eran inflexibles, desaparecen las tardes de lluvia que llenaban los bares de agricultores, los hábitos cambian y en definitiva la forma de vida también. Y además también influiría que se empezaba a tener coches y con ellos la posibilidad de desplazarse en busca de otras novedades lúdicas.

Pero como Allo ha sido siempre un pueblo de tradición hostelera, de nuevo en la década de los ochenta se da un impulso a la restauración. En 1982, Pedro López inaugura el bar La Fuente, en el mismo lugar donde su padre Tomás López tuvo durante muchos años una mezcla de bar, pastelería, tienda, heladería, salón de juegos, etc. Este bar, conocido como Las Malvinas, está gestionado ahora por Atanes, venido de fuera de Allo, como consecuencia de la jubilación de Pedro. En el año 1985, el bar Izaguirre con Cruz Izaguirre al mando, se reforma totalmente para darle un aire nuevo. En el año 1983, comienza su andadura el restaurante Iraxoa a cargo de Mª Luisa Montoya como continuación de un restaurante que había inaugurado tres años antes en su casa del Paseo de la Fuente. Años más tarde, en 1994, la víspera de la Magdalena, tiene lugar la apertura del Hogar del Jubilado, gestionado entonces por Mari Luz Azcona y su hijo Íñigo. Hoy en día, después de pasar por varios gestores, con periodos de cierre y momentos de luces y sombras, se le ha cambiado el nombre y bajo la tutela del Ayuntamiento se le conoce como “Centro Cívico”.

Personas a las que he pedido información se sorprenden cuando me dicen que si no me acuerdo de otros dos bares con solera que había en Allo. Según ellos, eran el Círculo en la plaza donde hoy está La Caja Rural y el bar de Galeras, en la esquina de la Calle Nueva con Carretera de Lerín. Más que bar debía de ser una bodeguilla donde se tomaba vino sobre todo en porrón y con cacahuetes. La verdad es que no tengo recuerdo de ambos, pero seguramente pertenecieron a la década de los cincuenta y yo era todavía mucho chiguito para fijarme en estas cosas.

Hoy día en Allo hay cuatro bares: el bar restaurante Izaguirre, el bar restaurante La Fuente, el bar restaurante Iraxoa y el centro Cívico. Nos podríamos preguntar si para un pueblo como Allo de 1080 habitantes son suficientes o demasiados. Esta pregunta no seré yo el que la responda, sino los interesados. Son los que son y a mí me agrada que en mi pueblo cuando llega un forastero pueda tomarse lo que le apetezca o comer bien en cualquiera de sus establecimientos.

Todo este relato es fiel a mis recuerdos de juventud. Lógicamente no están todos recogidos porque se convertiría en un relato demasiado extenso y pesado. Cuando alguien lo lea, notará cómo se remueven sus recuerdos, que en ocasiones coincidirán con los míos y en otras aflorarán otros no coincidentes pero que juntos formarán parte de esa época vital que disfrutamos cuando fuimos adolescentes y jóvenes. Y esta es mi intención y la de mi prima Esther y la de otros que se han decidido a contar recuerdos, la de remover la memoria y disfrutar con ello.

 

Lorenzo Gambra

Febrero 2015

 

 

Bar del Marto

Protagonistas: Mª Vitoria, Luis Ignacio Arza (Wana) y Pedro Ochoa

¿ Qué era: a mediodía o por la noche?. El reloj analógico no nos aclara el dilema, pero a tenor de los rostros de los protagonistas Wana y Pedro, me inclinaría porque era al mediodía. Sus caras demasiado despejadas y su mirada firme hacen intuir que no llevan demasiadas copas encima. Aunque el reloj nos haga dudar del momento exacto, un vistazo general nos alerta de que el Marto era un hombre al que no le gustaba estar perdido en el tiempo. Así a botepronto cuatro calendarios nos sitúan en el tiempo concreto. Es enero, lo dice el calendario de Garbayo. Posiblemente el 1969 . A los protagonistas se les ve ataviados con atuendos propios del mes en curso. Digo cuatro calendarios porque abajo a la derecha, se ve uno que seguramente pertenecía a la gestoría y autoescuela Zunzarren de Estella donde cuantísima gente de Allo se sacó el carnet de conducir. Como es enero los calendarios están recién estrenados. Al fondo la cantinera (con perdón) mi amiga Mª Victoria, separada de sus clientes y amigos por el mostrador de granito. Tras ella una pirámide de licores de época de formas y colores diversos además de tres baldas con diferentes copas y vasos y justo sobre la cabeza de Wana, la contabilidad. Una balda llena de papeles, facturas, correo etc que son el alma invisible del negocio.

 

 

Bar del Marto

Protagonistas: Los rancheros

He aquí la imagen por excelencia de una cuadrilla de rancheros. Da la casualidad de que esta cuadrilla ha sido la que más tiempo ha conservado la costumbre de comer un rancho en el bar, tanto es así que, cuando ya no estaba bien visto llevar la sartén al bar para merendar, ellos siguieron la tradición y merendaban todos los domingos en el restaurante Iraxoa. Esta cuadrilla estaba integrada por Eladio Ganuza, Santiago Ines, Jesús Fernández de Arcaya, Angel Roncal, Julio Echevarría y en muchas ocasiones Agapito Hermoso. En la foto vemos mucha sartén para pocos comensales ( Agapito, Santiago y Eladio). Es posible que estos hubiesen sido los rancheros y el resto estaría esperando al acecho.

 

 

Bar La Fuente

Protagonistas: Finalistas del campeonato de futbolín 1985

En el año 1985 hubo un campeonato de futbolín en el bar La Fuente o “Las Malvinas” La foto lo corrobora. El más sonriente en el centro no es el ganador sino el tabernero, Pedro López. El resto también sonríe pero menos. Por el tamaño de los trofeos diríamos que los campeones fueron dos quintos míos, José Luis Esparza y Javier Macua y como subcampeones Jesús Mª Moreno y Jesús Mª Hermoso. En las fiestas de agosto de 2014 tuve el gusto de compartir día de los quintos con estos dos campeones.

 

 

 

Bar de Arturo

Protagonistas: Las amigas y el amigo

De nuevo el bar de Arturo y una cuadrilla compuesta por cuatro chicas y un chico. Los tiempos avanzan, la sociedad cambia, las costumbres también. Era 1975. Esta foto nos indica cómo las mujeres iban ganando terreno merecidamente. Ya podían ir solas al bar sin necesidad de que las llevasen. La autonomía femenina para ir al bar empezó en el Bar de Felipe. Era el bar de las chicas, aquí se estrenaron y hasta hoy. Las protagonistas son: Elga Hermoso, Pili Lainez, Fabiola Platero y Montse Aedo. El joven no parece de Allo. Será forastero. Están sentados sobre una mesa supletoria porque el bar debía estar a tope como indica la gente que se ve al fondo. Sobre esa peana artesanal, la TV en blanco y negro que parece no distraer mucho a los clientes del bar a tenor de la atención que le prestan en este momento. Al bar de Arturo llegó la primera televisión y a continuación a los otros bares. Hasta que no se generalizaron por las casas los domingos solía ser costumbre que los padres bajasen a los bares a ver la película, concretamente al bar de Andrés. Si tenía dos rombos mandaban a “los chicos” a que jugarían a la Fuente. Fue el estreno de salir por la noche sin que fuesen fiestas.

 

 

Bar de Arturo

Protagonistas: Familia Vergara Suverbiola

Pues sí, parece que también en los bares había ratos para disfrutarlos en familia. Aquí vemos a la familia de Andrés Vergara y su mujer Merche Suverbiola disfrutando de un refrigerio en el bar de Arturo. El joven que está en la mesa ya mocea, tiene una copa de licor dispuesto a dar cuenta de ella. Al fondo se ve a Miguel Arellano que aunque no pertenece a la familia, se suma a la fotografía.

 

 

 

Bar de Arturo

Protagonistas: Tres mozos y tres mozas

Esta cuadrilla de mozos y mozas parece que no habían merendado. Sentados en una mesa del bar pasan el tiempo tomando un refresco. La foto no está hecha por sorpresa, se observa claramente que posan para la ocasión. Los fotografiados de izquierda a derecha son: Pedro López, inedintificada , Jesusa Osaba, Ramiro Soria y Beatriz Roncal. Curiosamente de esta amistad pandillera no surgió el amor entre ninguno de ellos pero Beatriz puede decirse que ha vivido intensamente el bar de su futuro suegro.

 

 

Bar de Arturo

Protagonistas: Cuadrillas varias

Una duda que me invade, no sé dónde está hecha esta foto. Me inclino por el bar de Arturo. Lo que si se es que es un lugar donde en invierno se podría estar calentico. Por la columna bajan los tubos de la calefacción que van a alimentar a esos dos radiadores que custodian la columna. La mesa y las sillas nos dan pistas para pensar que es el bar de Arturo así como el número de mozos que se han juntado. Si observamos detenidamente podemos asegurar que se trata de tres cuadrillas diferentes. La protagonista es la primera en la imagen, alrededor de una mesa con algunas copas de licor oscuro ( coñac). Entre los componentes curiosamente el primero no es de Allo, era de Oco y le llamaban Julián el de Oco. ¿ que qué hace ahí?, pues que en 1964 llegaron las aguas a Allo y como consecuencia de ello se abrieron muchas zanjas por todo el pueblo y Julián con la empresa adjudicataria pasó varios años trabajando en esta tarea y terminó como de Allo. La foto es testigo de cómo se integró en una de las cuadrillas. No parece que el gesto de la mano señalando díez dedos tenga algún significado especial. Junto a él, pues toda la cuadrilla adoptiva que empezando por la izquierda son: José Luis Gamboa, Alfonso Zufía, Juan Ignacio Arellano, Yoldi,……..,Guindilla, Santi Zufía, Romualdo Arellano, Alfredo Echeverría y otros. Al fondo a la derecha otra cuadrilla de más jóvenes que también quieren salir en la foto, entre ellos Paco Izaguirre, Ramiro Soria, Carmelo Soria……y al fondo a la izquierda otra cuadrilla cuyas caras no se distinguen muy bien. Esta foto es representativa de un domingo por la noche, después de que las cuadrillas habían terminado de merendar. Como podemos observar era la época del “ Soberano es cosa de homhres”.

 
 
 

 

Protagonistas: Dos parejas

Sí, parece el baile de Arturo y aprovecho para recordar que no hice alusión en el escrito a que en el bar de Arturo había baile, baile cerrado, donde hoy está la parte del almacén y el comedor. Se abría en fiestas. Había conciertos después de comer con esculturales vedettes y orquestas de primera fila y por la noche los bailables.

El título de COMEDIAS Y VARIETÉS con el que empezamos los relatos de “nuestra época” en esta PÁGINA WEB respondía a las comedias de la plaza y a las varietés del bar de Arturo, que aunque llamadas concierto eran realmente pícaras y variadas. 

Algún año recuerdo que el baile se abría en Navidades para recibir a los Reyes, en concreto cuando nos echaron la papelera ¡¡que frío!!. 

Los protagonistas de la imagen son : Delfín Alonso, Maravillas Castanera, Flora (de Morentin) e Ignacio Lizasoaín.

Bar del Marto

Protagonistas: Dos hermanos y un amigo

Si, es el bar del Marto. De nuevo la estantería en forma de pirámide y el ventilador así lo indican. Bueno, pues son tres señores vestidos de domingo, muy elegantes con un vaso en la mano y como diciendo: échanos una foto que estamos aquí. Son de izquierda a derecha, Jesús Martínez de Morentin, Julián Montes y Aurelio Martínez de Morentin. De espaldas otro cliente, tocado con boina y del que lógicamente desconozco su identidad.

 

 

Indeterminado

Protagonistas: Gente elegante de Allo

¡Cuanto gustaba lucir la ropa de los domingos!. Claro tan guapos todos cualquiera no se hacía un retrato. Ahí los tenemos, sentadicos , elegantes, formales, posando para la ocasión. El del centro Guillermo Martínez lleva la elegancia al máximo exponente. Con traje de tres piezas, zapatos cerrados y de cordones, calcetín claro y que no falte la corbata de fino nudo. Alrededor también elegantes pero más de sport sus amigos. Identifico a Gonzalo Larrainzar ( Gonzalico), Jesús Arana, Guillermo Martínez, Antonio Gonzalez…………Me queda una duda ¿ en la parte de atrás aparece una mujer?. Si es así que atrevida 

¿ no?.

La pareja que esta sentada al fondo es el matrimonio formado por Isidoro Vergara y María Jesús Aedo. Los ha reconocido su hijo José Luís y nos ha pedido que aparezcan sus nombres. Así lo hacemos gustosamente.

 

 

 

Bar del Marto

Protagonistas: Cinco amigos

Estos son más jóvenes. Nacieron a principios de los cincuenta. Ahora ya son sesentones. Melenas largas, pantalones campana…los Beatles hacían furor con su música y sus modas. Son Pedro Ochoa, José Luis Osaba, José Arza , Javier Aramendía y…el otro no es de Allo, es Mané, de Sesma que jugó varios años como fino extremo en el Huracán. Llevaba el 11 a la espalda. Parece una visita nocturna a pesar de … o precisamente por…las gafas de José Arza.

 

 

!Cualquiera sabe!

Protagonistas: Cuadrilla merendando

He aquí una cuadrilla dando buena cuenta de un ajoarriero. Posan para la ocasión. Como dato curioso casi todos los mozos lucen camisas blancas. ¿ Sería el domingo el día de ponerse la camisa blanca?. Aparecen en la foto de izquierda a derecha Ignacio Lizasoaín, Pedro López, Alberto Portillo, Pedro Martínez, Esteban López, Jesús Roncal, Luis López y Jesús Soria. Al integrante que se tapa media cara con una servilleta no lo identifico. ¿ sabéis quien es?. Se ve perfectamente el mantel de papel de periódico.

 

Bar del Marto

Protagonista: Antonio Echeverría

 

Una fila de mesas, unas cuantas sillas alborotadas y como protagonista Antonio Echeverría. No sabemos qué pretende. Sentado de medio lado, en mangas de camisa y con una pierna sobre un paraguas dejando a las claras el barro del zapato. Su vestimenta indica verano, el paraguas que porta…..una tormenta y la hazaña…¿ Tal vez haya vuelto de coger caracoles?. Estos eran siempre un buen condimento para el rancho. Tal como están el suelo y las mesas se deduce que la foto se ha hecho justo en el momento post-meriendas.

 
 
 

La Fuente

Protagonistas: Dos bares y un pseudobar

 

¡Jo¡ ya hace años de esto. Así era la Fuente, con su piricucho, su pilón, su hoyo, su paredón y como signo de modernidad ese letrero indicador de direcciones opuestas: Estella y Lodosa. Sería verano, poca gente y los chicos en manga corta y pantalón corto. Los toldos echados para proteger del sol a dos de nuestros bares de la época. Bajo el toldo más claro, el bar del Marto y bajo el otro, el bar de Andrés o bar Platero, dicho en nombre oficial. Estos dos edificios eran todo uno, con esos miradores que le daban prestancia a las viviendas. Junto a ellos el pseudobar de Tomás López donde nos echamos nuestros primeros cigarros, compramos los primeros polos y “cortes” de helado y muchas cosas más. Hoy sigue la tradición con el bar La Fuente o “Las Malvinas” en la planta baja. Este bar, conocido así desde su inicio en 1982, recibe el nombre de esas islas atlánticas como trasposición de algunos rifirrafes vecinales en el momento de hacer el bar. Momento que coincide con la guerra de las Malvinas entre Inglaterra y Argentina. Así le pasó a Valdiajos, así le pasó a Katanga. 

 

 

 

Bar de Arturo

Protagonistas: Fulgencio Osaba (Pochoncho), José Goicoechea (Chandríos), Vitorín Gambra???? y…

Seguramente que estos cuatro protagonistas ya han dado buena cuenta del rancho y están en la fase de los cafés, copas y……. (no se ve ninguno). De los cuatro, dos posan intencionadamente para la foto, los otros dos quieren y no quieren. Al fondo, a través del cristal, se ve pasar a una mujer, no debe de ser muy tarde. Creo que es Doña Anita, la mujer de Don José Gamboa y madre de José Luis Gamboa. Vivían justo al lado del bar de Arturo, lo que me hace pensar que es este bar por el tamaño de los ventanales, el tipo de mesas y sus sillas. Es verano, el atuendo de los hombres, su camisa blanca remangada, lo denota, así como la manga corta de Doña Anita. Seguro que es domingo, van de mudaus. Observo un contrasentido: Pochoncho y Vitorín???? llevan boina en verano.