Bienvenid@s a la Web NO OFICIAL de ALLO
Bienvenid@s a la Web NO OFICIAL de ALLO

JOAQUÍN IÑIGO

oaquín Íñigo Alonso (1933-2006), fotógrafo y muchas cosas más,  fue el cuarto hijo de Cándido Íñigo, del que heredó el apodo, y de Elena Alonso. Conocido como “Chorris” fue una persona providencial en Allo entre los años 50 y 70. ¿Por qué este adjetivo tan rimbombante y categórico aplicado a una persona normal del pueblo? Porque sin él seguramente no sabríamos cómo éramos, qué vestíamos, cómo eran las calles del pueblo, cómo celebrábamos las fiestas y los eventos. 

Hoy, en un mundo lleno de fotografías y de imágenes, en que las criaturas inician su andadura por la vida con la fotografía de cuando eras feto bajo el brazo y te inmortalizan hasta el más mínimo bostezo, es difícil imaginarse un mundo en que la fotografía aún tenía algo de mágico, extraordinario, excepcional.

Tienes que tener bastantes años para poder captar con una sonrisa en los labios la vida latente que hay detrás de cualquier fotografía de Joaquín. Así era…, así fuimos…, eso hicimos…Las fotografías están cargadas  de realismo y nos transmiten  emociones pero muchas veces éstas no se apoyan tanto en la imagen como en los ojos de quienes las miramos. Por eso, al mirarlas, nos resulta emocionante reconocer a las personas y  los escenarios. Nos trasladan a otro tiempo en que la misma escena no nos emocionaba porque era la cotidianeidad. Cuando íbamos con la botija a por agua a la Fuente ¿quién se fijaba en el entorno: en el canalillo que la rodeaba, en el pilón, en la rampa de los machos, en el paredón…?. Hoy vemos una fotografía con esos elementos y no podemos menos que pensar con una buena dosis de añoranza por el tiempo ya pasado: así fue, yo lo he visto y  yo lo he vivido. ¡Qué tiempos!.

Joaquín fue el fotógrafo de nuestra realidad. Inmortalizó momentos de nuestras vidas. En unas fotos  hemos posado expresamente para que nos sacara y miramos a la cámara; otras fotos son escenas sin importancia, fugitivas, momentos de la vida intrascendentes. Son producto de su afición, de su curiosidad, de ese gusanillo de fotógrafo de ojos abiertos que todo lo ve digno de retratarse. Lo que hoy llamaríamos un reportero gráfico. Que había una riada …allí estaba Joaquín para dejar constancia; que el toro ensogao se enseñoreaba por las calles…Joaquín detrás con la cámara dispuesta; que nos comulgábamos…ya sabíamos que Joaquín nos haría algún retrato; que uno se casaba… había que llamar a Joaquín. Pero  sobre todo  en las fiestas, esos días distintos, todos alegres, todos queriendo dejar constancia  de nuestras vivencias: en el baile, en la plaza, en la carretera, en cualquier calle…

Me cuenta mi primo que él tuvo durante muchos años en su casa de Madrid, y ahora en su casa de Allo, dos fotografías de gran tamaño enmarcadas que recogen la imagen del Piricucho de la Fuente, en las que se puede apreciar una copiosa nevada hace unos treinta años en el mes de abril. La  fotografía de este lugar, con un sol resplandeciente del mediodía y  una luminosidad extrema, sólo se le podía ocurrir hacerla a una persona de la sensibilidad de Joaquín.

Para él era un trabajo, pero por encima de todo, fue una afición. Hacia los 20 años aprendió la técnica de la fotografía en Logroño a donde se desplazaba con una vespa. La misma que utilizaba para ir por los pueblos vecinos  a sacar fotos como fotógrafo ambulante: Dicastillo, Arellano, Sesma … En las fiestas de Arroniz, después de sacar fotos a las cuadrillas, a las novias, a la familia… se recluía en un cuarto que le preparaban en casa de la que luego sería su mujer, Victoria, y se pegaba horas revelando las fotos. Al día siguiente la casa se llenaba de gente para ver y comprar las fotos. Risas, gritos y blincos, sobre todo femeninos, acompañaban al recuerdo y reconocimiento en blanco y negro de lo que habían  hecho el día anterior. Pero si esos pueblos tienen fotos de Joaquín, en Allo tenemos muchas más. Por las fiestas siempre iba con la cámara de retratar al hombro, buscando la anécdota y los demás también lo buscábamos a él, queríamos que nos retratara. Ya ha sacado Joaquín las fotos, nos íbamos diciendo. Subíamos a la Plaza y en la esquina donde la Alicia, su hermana, tenía una tienda de chucherías las encontrábamos en una vitrina. Otras veces las llevaba él mismo y las iba enseñando. Con paciencia y humor aguantaba  el guirigay que  se formaba cuando era una cuadrilla la que quería copias.

Pero no sólo fue fotógrafo sino que tuvo también otras inquietudes y aficiones que le durarán toda la vida. Era un arreglador, un manitas, un “multiusos” como le define su hijo Javier. Mente inquieta y curiosa le gustaba desentrañar todo tipo de aparatos: radios, planchas, lavadoras, coches, motos, calentadores…y arreglarlas ya fuese en su casa  o en distintas casas del pueblo. Y máquinas de coser, que no sólo arreglaba, sino que usaba. Cosía cortinas y todo lo que le pusiesen por delante. Quizá heredó la afición de su abuela Mónica, bisabuela mía, que era famosa porque deshizo unos pantalones  y una blusa de hombre, con eso se enseñó y sin tomar  nunca medidas, a ojímetro, se pasó la vida cosiendo a máquina para medio pueblo blusas, pantalones y lo que hiciera falta. 

El mundo de la electricidad tampoco se le resistió. Incluso, ya jubilado, alguna mujer del pueblo le llamaba para arreglar alguna cosa. Nunca se negaba. Es más, para matar el tiempo aún se llevaba trastos a casa y se pasaba las horas restaurando o arreglando polas, como, con criterio muy femenino, protestaba la Victoria. Lógicamente tenía todo tipo de herramientas, le privaba visitar  ferreterías,  disfrutaba como un enano.

Ahora bien,  el otro oficio más conocido en nuestra infancia era arreglador de bicis. Que se te pinchaba la bici…a Joaquín, que se te atascaba el pedal…a Joaquín. También estaba Jesús el de la Obdulia pero como Joaquin era tío mío, primo carnal de mi madre, yo siempre iba al taller que tenía en la Fuente. Un taller que lo recuerdo lleno de cachivaches y donde sacaba un trozo de sábana blanca para hacer las  fotos de carnet, lo que llamaríamos las “fotos oficiales” de Joaquín. Pero no era preciso que te desplazaras al taller de la Fuente para hacerte una foto de carnet, se desplazaba él a tu casa, buscaba una pared blanca o encalada y ahí quedabas inmortalizado,  bien repeinado y con la camisa de los domingos, después de lavarte la cara en la palangana de porcelana blanca o en la fregadera. ¡Cuántos de Allo se han muerto con la foto de Joaquín en el DNI!

Por otra parte, la proximidad del taller a la Fuente le permitió retratarla en distintos momentos ya que salía a la carretera a probar las máquinas y ¿qué mejor que retratar el piricucho y su entorno?

Retratos en blanco y negro que él mismo revelaba. Primero se metía con la cámara en el cuarto oscuro y extraía el carrete. Lo metía en unos ácidos durante un tiempo y luego colgaba los negativos mientras se secaban. Una parte de este proceso lo hacía a oscuras y otra parte con una luz roja. Pero lo más mágico era cuando la imagen quedaba plasmada en el papel. Un papel blanco especial para fotografía donde se proyectaba la imagen por medio de una ampliadora donde previamente había colocado el negativo. Acercando o alejando decidía el tamaño de las figuras y la foto. A continuación metía el papel blanco en otros ácidos  y como por arte de magia poco a poco se veía cómo iba apareciendo la imagen, cómo iba tomando cuerpo la realidad retratada. Sólo quedaba sacarlas y secarlas proceso que realizaba en una especie de plancha. Usaba papel de diferentes tamaños porque no era igual una foto de boda, de fiestas o de carnet. Aún con todo, si hacía falta las recortaba con unas guillotinas ya fuese con los bordes  rectos o dentados.

Cuando empezó la foto en color las mandaba a revelar porque se necesitaba otro proceso y maquinaria más cara. Esto, y que poco a poco fuimos teniendo cámara de fotos que ya sacaban en color, acabó con el blanco y negro. Pero Joaquín por hobby, por afición, por su vena de artista continuó siempre revelando en blanco y negro y con la cámara siempre a mano. Su afición fue ilustrada, siempre le acompañó algún libro de fotografía.

Pero toda vida tiene sus espinas. También la de Joaquín pero ninguna tan dolorosa como la pérdida prematura de su hijo mayor. Lo más duro que puede vivir un padre. Fue capaz de afrontarlo con entereza y se volcó en su nieto, un calco de su hijo.

Sirvan estas líneas de homenaje y presentación de Joaquín Íñigo, “Chorris”. Fue muchas cosas pero sobre todo fotógrafo. Por eso estamos hablando de él. No sé si técnicamente fue un buen fotógrafo. Yo creo que sí, tiene fotos fantásticas  y sobre todo para nosotros fue el mejor.  Y en tiempos posteriores siempre las puso a disposición de quien se las solicitara. Será rara la casa de Allo en la que no haya fotografías hechas por él. 

Hombre de cualidades artísticas, emprendedor, todos sus oficios tenían una característica: ofrecer servicios a los demás. Desde mecánico de bicis hasta pescatero y taxista. Además alguno, oficio sin horario.

Sus hijos heredaron sus cualidades pero desarrolladas en otra época y con otras necesidades. El ejemplo más palpable lo tenemos en Javier Íñigo, creador de esta página Web de Allo. Seguro que muchos en Allo saben hacerla pero ha sido él quien tuvo la iniciativa y la puso en práctica. Por algo será, quizá por ser hijo de Joaquín. Como apunté en la primera introducción a estas COMEDIAS Y VARIETÉS, ambos nos están permitiendo saber cómo éramos y cómo somos. Ambos han sido notarios de nuestra realidad y cultivadores  de nuestra memoria colectiva.

 

 

Abril de 2012

 Esther Zubiría

 

Mi primera “foto oficial” hecha por Joaquín . Tenía 9 años, supongo que sería para matricularme en el curso de “Ingreso de Bachiller” que hice en Allo con la Mª Jesús Ochoa, María Lacalle y Mª Teresa Pérez de Ciriza. Nos preparaba la Hermana María Sierra , la de las “almondiguillas” y nos exáminábamos en el Instituto de Pamplona por libre. ¡Ojo! Para aprobar sólo te permitían una falta de ortografía, igualico que ahora...