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DESDE EL ALTO DE LA LUCIA

Para poder contemplar mejor el pueblo vamos a subirnos al Alto de la Lucía, que es una colina tapizada toda ella de olivos y situada a un kilómetro del casco urbano. Desde aquí podemos ver cómo se extiende en la llanura, entre la flora común de un país mediterráneo, con sus casas de piedra ennegrecidas por los siglos, haciendo escolta a la monumental iglesia parroquial y rodeado de doradas eras. Viejas y queridas eras para trillar.

Desde aquí vemos también los pueblos que forman el valle de La Solana: Oteiza, Muniáin, Aberin, Morentin; vemos Arróniz, el pueblo más olivarero de Navarra, y Lerín, colgado de una peña asomándose a la Ribera. Pero llama poderosamente nuestra atención la pintoresca silueta de un monte, que inmóvil, vigila día y noche toda la zona media occidental de Navarra. Es Montejurra. Suspendidos de sus laderas aparecen Arellano y Dicastillo. Tampoco se nos oculta la recortada peña de Monjardín coronada por las ruinas de su legendario castillo.

En esta tarde de junio en que nos hemos propuesto realizar este viaje, vemos el sol como un flotante globo de color rojo amarillento que va descendiente lentamente, al mismo tiempo que se hace más rojizo y gigantesco. Cuando parece que va a desplomarse sobre Monjardín, nos disponemos a bajar al pueblo para conocerle a él y conocer sus gentes. Allí admiraremos la iglesia parroquial, y en ella sus obras artísticas; haremos nuestra visita de rigor a la imagen del Santo Cristo de las Aguas; recorreremos calles y plazas, y pasaremos unas horas charlando y disfrutando de la generosa hospitalidad de sus vecinos.